Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

miércoles, 13 de abril de 2011

Las dudas del enfermo

Cuando se stienta frente al papel no se plantea nada, simplemente escribe, se deja llevar por la ebriedad de la tinta, la máquina de escribir es un amigo fiel en tiempos de guerra. Los pensamientos que le torturan desde hace ya varios meses no abandonan su cabeza, y sigue sumido en esa espiral de autoignorancia.

Durante más de dos meses no es capaz de escribir de algo que no sean cuerpos desnudos, no es capaz de escribir algo sin el exotismo de un seno asiático o de una mirada india, y en cambio es incapaz, totalmente incapaz, de pensar en sexo, de introducir el sexo entre los cuerpos desnudos, todo son metáforas de una vida que no entiende y que tal vez el mundo le corrompió.

Cuando sale a la calle y se encamina al supermercado para reunirse con Jorge, no es más que un día y nada que hacer, pero al llegar sufre, le rodean personas que no entiende, sobre las que querría escribir y no puede, es extraño, piensa. En ese mismo momento comienzan a fluir las palabras, y se va forjando la historia.

"El bebé gatea entre los restos de una mansión abandonada, los restos vitorianos están en llamas, y el niño gatea directamente hacia el fuego, los restos de su vida delante de él, entre las chispas, y el baile ígneo, alcanza a vislumbrar la figura demoníaca del que prendiese fuego a la casa, y asustado, casi con un interés morboso, si es que eso fuese posible en un niño, gatea hacia él, hacia el hombre, o lo que sea, que entre el fuego ríe mientras ve desaparecer el legado de los Arminster."

Y así, se dice, es como se abandonan los cuerpos desnudos, con algo mucho más retorcido.

lunes, 4 de abril de 2011

Tiranicidas de otro tiempo

Doy clases de vida a reyes sin nombre,
camino con seres infames que no lo son nada,
si con quien comparamos, es con el hombre.
Así que sumido en la ingravidez del deseo
acuérdate de que no te robe la vida
ese ladrón del tiempo, le llaman Morfeo.

Esclavo sumiso del sino y su ley,
cambia las reglas, ríe en su cara,
convierte a tu signo en tu único rey.
Caminé con el viento, sentí la lluvia,
en mi cara, ambrosía, y
un rey la hizo suya.

Edipo era sabio en su ignorancia,
sin quererlo ni saberlo acabó con su estirpe,
una de necios con poder y sin gracia.
Qué fue del justo propietario,
qué del ultrajado hombre sin nada, ahora
viven juntos, en el extrarradio.

Así que escucha mi llamamiento,
es uno de justicia,
solo solicito el acceso
para llevar a cabo un acto suicida,
con rabia, seré vengador, inquieto,
y por el bien de todos enseñaré al mundo
lo que es un tiranicida.