Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

domingo, 25 de diciembre de 2011

Se despide el pensamiento

Desconfiado se levanta el ateo,
hurgando entre tedio
alza la copa de otro tiempo,
brinda por el sueño en el que vive.
La autoestima de la cima
le blinda,
pero no sabe de qué habla,
labios que se mueven sin consciencia
rotan estertores de magma.
Pero la cima escapa,
viene el Averno del fracaso,
fracasa el ateo por dogma,
creyente de ciencia y éxito
se persignó en Darwin,
en Chomsky encontró un Mesías
y muere al tirar su vida.
Qué es la fe, qué es libre,
no sabe ni quiere
porque es mentirse ajustar
pensamientos al filo
de su verdad.
Así que a cada paso sufre,
ya no es Sartre el Dios
de un mundo existencial,
ya no es el adolescente
de cuarenta que vivía,
refulgía incandescente.
Brotes de esquizofrenia
como placer y ya no es cuerdo,
grita en soledad y calla
en compañía,
no sabe por qué pero
no quiere a la palabra.
Se confunde entre sinestesia
cultural, vida y muerte,
amor, odio e indiferencia,
y es lo mismo sin brújula,
qué fue de la búsqueda,
qué fue del camino en pos
de la impostura.
Ya no es poeta en mente ajena,
ya no es ente suyo inteligente,
olvida a ritmo trepidante
y se cree demente,
la cordura de la calma escapó
como huyó Brujas de la bruma,
suena otro estertor.
Grita de nuevo, hiere al cielo,
las estrellas olvidan el sufrimiento
de quien no sabe,
pero piensa con gran celo,
el intelectual se siente en Marte.
Ateo sigue siendo,
pero no sabe de qué,
cazado por la desidia,
parece solución
la inactividad pasiva.
Pagar el precio por pensar
fue su deseo,
pero nunca se planteó
que el precio fuese no entender,
sentir la grandeza de mil vidas
y no entrar en ninguna.
La soledad de encontrarse
con uno mismo,
la soledad de no tener
quien te conozca como eres,
de nuevo, intelectual,
esto no es París
y por suerte no es mayo,
al menos así la esperanza
no será vana,
no sufrirás el golpe
de la causa muerta,
mejor no conocer la semilla
que verte obligado
a cerrarle la puerta.

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