Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

sábado, 22 de enero de 2011

Capítulo 2: Los acólitos del rey Kai

Son los años 30, la absenta corre por las gargantas de los parisinos, aún no han nacido los dioses de la muerte del rey Kai, pero sus predecesores se emborrachan con pasión, se emborrachan sin darse cuenta de que dejan pasar los minutos de una vida regalada por el algo. Pero emborrachándose con absenta son capaces de darse cuenta de asuntos maravillosos, el hada verde es capaz de revelar la verdad, y convertir en arte ser un dios de la muerte, convertir en arte ser un dios creador sin talento.
Y no son pocos en el arrabal de París los que se consideran dioses creadores sin talento, por eso sus muchas calles son como un viaje guiado por la inmundicia del ego roto y marchitado.
Un escenario distinto para una historia distinta y mucho más dramática. La historia del hombre rubio que camina entre humo verde. La historia del hombre de ojos azules que siente aún la pérdida del pasado en sus carnes. Lleva ya horas enteras buscando una galería que no parece existir. Allí debería encontrarse la única persona en el mundo que puede ayudarle, aunque ni él mismo sabe cómo, lo que las ánimas se llevan con ellas debe quedarse, y debería ser lo mismo en ese caso, pero no si él lo puede evitar.
Es difícil agarrar a los que amas cuando es la mano del destino la que trata de llevárselos con inmenso afán destructivo. En la gran ciudad gallega por excelencia, en Argenta, las leyendas de la Santa Compaña son numerosas, y tal vez no tienen un fondo tan irreal como los escépticos jurarían.
-Disculpe, caballero.
Le habla el rubio de ojos azules a quien no debería, lleva levita ese desconocido, y también chalina, un cuaderno y pluma, parece escribir sobre la belleza de la inmundicia, y en realidad no hace más que cuentas de los botines robados a idiotas imprudentes. La noche parisina es peligrosa, más si hablas a quien no debes sin saberlo. Sonrisa de oro y no por bonita, sino por valiosa, mezquina mirada y nariz de águila entre las águilas.
-Dígame, amable joven...
Queda en el aire la conversación, de repente el rubio se da cuenta de que no es tal elegante escritor aquel con el que habla, de que su alma es en realidad mezquina, se da cuenta, pues, de que tal vez se mete en una situación complicada. Mira a un lado y a otro con la esperanza de encontrar una vía de escape, como un dios de la huida en este mundo de deidades venidas a menos. Se comporta como si no pudiese llegar a hacerlo, casi resignado, y de repente actúan los dos. El más rápido y con menos escrúpulos ganará.
Héroe de leyenda y con escrúpulos, el hombre de ojos azules consigue golpear con su puño derecho el rostro del oponente, pero mientras tanto, la sonrisa dorada tiene un filo en su palma. Juega con él, como si el golpe no doliese, juega y sonría con brillos áureos. Pero al hombre rubio no le interesa lo áureo, sino lo argénteo, eso es lo que importa de verdad, sus amigos argénteos.
Sabe que debe sobrevivir sabe que debe sobrevivir, carrera, tropieza, luz en el suelo, filo volando, roza la oreja y llega a la esquina, gira y está casi a salvo, delante una galería y detrás gritos, odio e impotencia, lucha maniquea por llegar a una salvación o no dar opción a nadie a llegar a ella. Lo que tiene delante es la galería que buscaba, la Des Chances.
En teoría en su interior debería descubrir un dato fundamental e inesperado sobre su búsqueda. Es un lugar de ritos sin nombre, por lo que le dijeron, un lugar en que las cosas más repugnantes y asombrosas pueden ocurrir. La magia en el mundo existe, pero no como algo atemporal, la magia es secular e irreversible, recuerden la irreversibilidad de la magia, pues si alguien la utiliza en ustedes, ya no habrá salvación.
Las paredes a los lados de piedra enmohecida, y al frente unas escaleras descendentes, brillo carmesí como si se tratase del infierno no de Dante, aunque si con espectáculos dantescos. Encima del camino, una señal acongojante, una señal de letras rojas y negras que más parecía el anuncio de algún ser diablesco y maligno que del único medio de salvación del alma de los viejos compañeros de fatigas.
Entra corriendo el heroico escapista, y quién le perseguía con la mirada colmada de odio queda fuera, como si el mal de ese camino descendente fuese demasiado con lo que lidiar, siendo solo un esbirro de la maleficencia. Decepción en el rostro y rabia en los puños cerrados sobre la navaja, gotas de sangre desparramándose por el suelo, su sangre, que parece ácido y casi deshace los adoquines bajo sus pies.
Y como si caminase entre llamas baja escalón por escalón el representante del bien en esta empresa, atraviesa lo que podría ser la oscura guarida de un dragón, hay, de hecho, una dama en apuros, y otro caballero, pero no están custodiados por el dragón, sino que es este el que guarda la fórmula secreta gracias a la cual poder salvarlos.
Baja y baja, sumiéndose en las dudas, tal vez esas escaleras no tengan un final, es como si hubiese estado una década buscando algo que ni siquiera existe. Y la solución aparece ante él. Un rellano. Es como un tablero de ajedrez, marfil y carbón unidos, el suelo brilla, pero cuando llega se da cuenta de que brilla de forma siniestra y no majestuosa. Hay antorchas en las paredes de piedra irregular, como si un rico mecenas hubiese gastado el presupuesto al montar el suelo y el resto quedase en nada.
Como si de un vestíbulo gigantesco se tratara lo atravesó el hombre de lado a lado. Al fondo solo una puerta, cerrada, de madera vieja y carcomida. Parece que se va a deshacer al contacto, y también parece la entrada a algún tipo de oráculo ancestral. Es una estampa digna de la antigua Grecia, y nada amedrenta al caballero.
Echa la mano a la puerta y la abre, apenas pesa pero si cruje intensamente y se mueve con lentitud. Se desvela una estancia de misticismo. En el centro una hoguera de fuego negro que no despide humo, las paredes plagadas de grabados con figuras inconcebibles. Mantas a los lados, por el suelo, sin orden ni sentido, y en frente de la puerta la figura diminuta de una anciana arrugada, oculta casi totalmente por una túnica de muchos colores.
-Te esperaba, Caín-solo se veía su boca, pequeña y deformada, bajo la capucha de la túnica.
-No me llamo Caín, me llamo Héctor.
Y se ríe la anciana, con gesto mefistofélico, conocedora de las palabras exactas que decir para encandilar a ese Héctor que poco tiene que ver con el troyano homónimo.
-Disculpa que te llame de ese modo, pero te asemejas a él...si él fue el teórico primer asesino, tú eres el primero que escapa, gracias al sacrificio de sus amigos, de las largas cadenas del rey Kai. Eres el primero en hacer algo vil, el primero, espero, de pocos, pero te arrepientes y buscas una solución, ¿no es cierto, Héctor?
-Así es...no pude hacer nada, me quedé totalmente paralizado cuando todo aquello ocurrió, y al no saber reaccionar solo conseguí que mis amigos quedasen atrapados entre esa especie de ejército fantasmal.
-Tranquilo, ellos no sufren, simplemente...son por la etenidad prisioneros de sus más importantes recuerdos, ¿se amaban?
-Totalmente...
Una cara de profundo dolor se marca en Héctor, que parece no poder aceptar algo en el hecho de que los amigos perdidos se amasen. El brillo de los celos pasa por sus ojos de forma fugaz y desaparece con la llegada de la tristeza.
-Probablemente se estén conociendo una vez y otra, atrapados en lo que más importante les parece, ellos mismos. No es exactamente un castigo terrible, pero merecen una liberación, nunca podrán ser libres de verdad si siguen vagando por el mundo como espíritus omnisapientes e ignorantes...
-Por favor, tiene que haber alguna forma de liberarlos...ni siquiera sé si lo que ocurrió aquella noche fue de verdad.
-Ocurrió de verdad, no lo dudes, pero tiene solución, como todo en esta vida...es complicado, pero...¿estás dispuesto a todo por conseguir la salvación de sus almas?, ¿darías tu vida porque ellos consigan pasar al otro lado?
-No lo dudaría ni por un instante.
-Estaba preparada para escuchar esas palabras.
En ese mismo instante, la anciana se desembaraza de la túnica con un rápido movimiento, debajo guarda en la mano un puñal. Puñal ancestral de origen azteca, con la punta curvada de forma ondeante, dorada; puñal que atraviesa a Héctor la garganta. Siente él cómo la vida se le escapa, y se siente ridículo, fue engañado, consiguió escapar del peligro de las calles de París, de su arrabal, para caer víctima de una anciana en el lugar que buscaba. Su vida se escapa a grandes pasos, y no parece que haya solución posible.
Los ojos se cierran poco a poco y la consciencia, la conciencia, desaparecen, se da cuenta de que tal vez dedicó su vida a una búsqueda estúpida, una búsqueda en cierto modo hipócrita, los buscaba porque tenía que buscarlos, pero se pregunta al morir si realmente desea buscarlos, si merece la pena morir por ellos...por desgracia para él, la respuesta es sí.
Y despierta de nuevo.

Clase de canto

La guía de augurios vocales les comunica que no lo están haciendo bien, son un coro cutre, les dice, un coro que nunca alcanzará la armonía, y no le importa, porque, según sus palabras, tienen alma y sentimiento, y dejarían en pañales a los mismísimos miembros de la sinfónica de Ginebra.

jueves, 20 de enero de 2011

Capítulo 1: Julián y la arturia

Esto es el comienzo de una novela que dejé aparcada hace ya tiempo, espero que al revivirlo a través de esta página me vuelva el hilo. El hilo de Oposición de sinónimos

Siglo XXI

La ciudad se abre herida bajo el sol rojizo del crepúsculo, y un grupo de hombres se asemejan al grupo de dioses de la muerte del rey Kai, rey de la nada. Portan en sus brazos fuertes y cansados un féretro, simbólico y prácticamente heroico. Compañero muerto y carmesí en sus corazones, el carmesí de la angustia.
Cicatrices en el asfalto y desde luego gritos de dolor. La guerra es una asesina cruel, pero también lo es el tiempo. No es una víctima de guerra. Solo se trata de la muerte anciana que necesita cobrarse sus doblones de vitalidad. Como los mensajeros, dioses de la muerte del rey Kai.
Esos mensajeros terminaron con su trabajo, y dieron pie a una escena, la escena de apertura para la mayor historia de amor jamás contada. La historia de una noche eterna y efímera que marcó dos vidas y marcó el saber universal. Subjetividad divina y maldita, oposición de sinónimos, vida y energía con sus hermanadas fuerzas enemistándose.
El ataúd ya inhumado, las luces naturales desapareciendo, verde en los campos del santo campo, y gris en la piedra de cada panteón, espectáculo grotesco y amedrentador para muchos, pero no para dos desconocidos. Ellos pasean entre la tranquilidad del cementerio. Como los nuevos héroes del tiempo que no lo temen ni respetan, solo lo pisotean disfrutándolo. Y la luz del Sol ya no existe, noche cerrada en Argenta, y las puertas están cerradas, ya nadie queda en el lugar, solo el silencio frío de los muertos, y los dos desconocidos.
No se ven ni se verán, no como humanos, sino como entes espirituales, desconocidos de la vida y del mundo por una noche, pero es mejor no adelantar acontecimientos. Julián observaba paseante los carriles sin fin del lugar, como grietas en un mundo distinto, como grietas con grietas dentro, y agujeros plagados de muerte y paz en ellas. Todo es nuevo para él, todo, y todos los que allí se encuentran, nunca había estado en un lugar así, y como si la providencia maldita le hubiese guiado, allí está.
Es distinto para cierta chica, ella frecuenta lugares mortuorios, lugares taciturnos como solo lo estaría un cementerio. Le encanta el verde, y el gris, le encanta pensar en lo que muchos de allí hicieron, en lo que harían de seguir con vida. No le importaba el entierro, solo lo que después ve allí. Y como una musa entre cemento, sacada de su hábitat para llegar al mundo espiritual, continúa su deambular constante e interesante por las tierras de los difuntos. Tal vez no deban encontrarse, pero así lo harán, es inevitable.
Y como todo lo inevitable, la omniesencia del plano terrenal, ocurre, giran una esquina, entre tranquilos y excitados por lo que encontrarán. Él suelta una exclamación reprimida por el miedo, y ella simplemente sonría, tiene más experiencia en lidiar con los guardias de cementerio que nunca aparecen. Sabe que él tiene que ser un simple extraño que pasea como ella, por las profundas venas del miedo humano.
-Hola, extraño-un saludo extraño para un extraño momento.
-No se quién eres tú para llamarme extraño.
Y respondió la heroína de Arturo, que tantos cuentos gallegos inspiró, o al menos su reencarnación menos sensata y mucho más admirable.
-Soy una persona a la que le gusta caminar por cementerios de noche, una auténtica tía rara, me llaman en algunos círculos. Pero por otra parte no creo que tú me juzgues por eso, ¿verdad?
-Yo no soy asiduo de los cementerios, aunque entiéndeme, tampoco tengo esa sensación de la gente de que un cementerio es como la muerte...vamos, si la tengo, pero me refiero a que...la muerte no me parece que deba dar miedo...-y para Julián no es fácil articular el discurso sobre la muerte delante de la chica más hermosa que ha visto.
-¿Te parece acaso que debería ser mirada con respeto y naturalidad? Tratar con miedo algo inevitable es vivir con miedo, como si renunciásemos a nuestra condición de mortales, divina condición, solo por pensar que podemos salvarla de alguna manera...en mi opinión, la muerte es un dato más de una existencia penosa, y vivir con miedo de la muerte es vivir con miedo de la vida, me niego.
Se miran y descubren parte de si mismos en el otro. Parece que el azar es como todo inevitable, al final. El verde de los ojos de ella y el castaño tabaco rubio en los de él se ilumina. Pelos negro en melena y castaño corto, y narices respingona y pequeña, respectivamente. Uno para el otro mientras se analizan al detalle. Miran los ojos del otro y piensan en el terreno abstracto de lo desconocido, y en el apasionado sentimiento de fascinación que se siente cuando se empieza a conocerlo.
Sin mediar más palabra, ellos entienden por qué, se ponen a caminar, ella va delante, y el no le mira las formas del cuerpo, no, solo mira el interior, venas, arterias, pensamientos, libertad y extrañeza. No es sorprendente que se encontrasen, lo sabían los dos y los dos dan por hecho que no deben hablar de sus motivos para estar allí. Simplemente están.
Serpentean como anacondas, pero no se lanzan al cuello de nadie, no podrían, están solos, y más acompañados de lo que nadie estuvo nunca, aún es muy temprano y comienza la epopeya, la epopeya del autodescubrimiento a través de otros y de sus palabras. Si lo piensan son uno, porque cuando hablo de ellos forman un vínculo irrompible. Sin el uno no hay otro y con el otro lo hay, dos, un grupo.
Es un reto describir los que pasa por las mentes de dos personas que no saben nada entre sí, y como caminan en silencio sin sentirse mal. Es peculiar la situación, lo llaman química y es más metafísica, es la esencia del ser humano, poder estar acompañado sin sentirse a disgusto. Cuántas personas saben estar en paz con su entorno es una pregunta que muchos deberían hacerse. Y caminan, sin más, como si les fuese la vida en ello, como si cada paso les llevase más cerca de un destino que desconocen y al que no tienen prisa por llegar.
-Aquí-dice ella, liderando la expedición.
Bonito pensar en pensadores, como si de una ironía prima hermana de la lógica se tratara, llegar a tu pensamiento por el de otros.
-Esta es la tumba de uno de mis favoritos, Henry Darkhead, aunque vivió en el extranjero, y nació en el extranjero, ahora habita este cementerio, junto a muchos otros, gracias a la estatua en su honor-la explicación de ella era obtusa, y nada concreta, como un ángulo al que le da miedo cerrarse y no abarcar más teorías-, para mí, representa la libertad, aunque él mismo no era libre, es un teórico del anarquismo, y como teórico de algo estaba limitado por la realidad. Estaba limitado por el objetivo de crear un dogma a seguir por otros para mejorar este mundo, ¿tú tienes objetivos?
-Todo el mundo los tiene, ¿no?
Decepción en la mirada de la heroína artúrica, con sus ojos tan adictivos como la homónima derivada de un tóxico que no consigo recordar, pero mucho más dañina, ácida como el que tomaban los hippies en décadas pasadas, pero mucho más dañina, como una avispa con veneno en su aguijón, veneno de estupidez y no de dolor. Deja tonto al chico que no sabe qué decir, objetivos tiene, pero ninguno concreto, solo...llegar a hacer algo de su vida.
-Quiero llegar a ser alguien, pero no sé cómo...-dice, tímido, temeroso de ser rechazado por una teoría equivocada.
-¿Ser alguien? Ya eres alguien, en este momento un idiota inseguro que no sabe qué decir para agradarme cuando solo tiene que decir la verdad. Perdona por la sinceridad, ser alguien es un buen objetivo, está cumplido desde que nacemos, enhorabuena, eres ya un triunfador, y con solo...¿veintitrés años?
-En realidad solo veinte, y como vuelvas a sonreír con esa suficiencia, me voy; aunque me gusta la seguridad que tienes y la sinceridad. Creo que tener objetivos es aceptable, siempre y cuando estén sujetos a variaciones, hablas con poca esperanza para alguien de...¿veinte? Me echaste más de los que tengo por la barba, por cierto.
-Solo diecinueve, aunque no fue un mal intento, tu me echas más por cortesía, y porque quieres que esta noche acabe con un buen polvo. Tener objetivos variables es no tenerlos, es una forma de decir que no sabemos lo que hacemos, pero lo usamos como excusa, variar los objetivos, prefiero simplemente admitir que no los tengo, lo otro son hipocresías, ¿eres hipócrita?
-Te lo diré después de subir a esta estatua, desde las alturas se contemplan mejor los sentimientos y mentiras humanos.
-¿Pero tú eres humano? O más bien dirías que no eres más que algo que llaman humano y no sabes lo que eres.
Y Julián simplemente empieza a escalar, los pies pétreos y gigantescos, cargados de ideas libertarias y absurdas, política, economía, sexo, amor, política amorosa y economía sexual. Darkhead revolviéndose en su tumba de anarquismo como si se tratara de la obra magna de un descerebrado, esa ascensión por su cuerpo esculpido en mármol. Y se trata de una obra magna de los patosos, él tropieza varias veces y casi cae sobre ella, pero poco a poco consigue encaramarse junto al rostro del filósofo, en uno de los brazos colocados como si Jesucristo en la cruz se hubiese vuelto anarquista. Llega la joven rápido, más ágil que el hombre, como definición de generalidades que el encuentro es. Mujeres ágiles hombres fuertes e idiotas.
-¿Ya tienes perspectiva para hablar de tu humanidad y de tu hipocresía?
Inquisitiva como nadie y él tenso y asustado de su propia respuesta, totalmente sincera, crece como un globo en primavera, cumpleaños de jóvenes que no saben por qué hinchan globos en primavera. Pero lo hacen, y lo harán sus hijos.
-Soy humano porque sé que lo soy, porque siento en mi algo que no todas las personas tienen, porque sé que lo soy, y sí, soy hipócrita, en toda mi vida menos esta noche, sí espero acabar echándote un polvo, y si no lo hiciese no pasaría absolutamente nada, no espero nada de esta noche, solo ser más yo mañana que hoy, y menos ignorante.
-¿Menos ignorante? Si piensas que por tener más datos en la cabeza eres menos ignorante te equivocas muchos, solo sabes más, pero ignoras lo mismo, el saber es infinito. Di más cultivado, más sabio, no menos ignorante.
-Diré lo que quiera, es parte de mi libertad, si dentro de un rato digo que quiero ser más sabio, será un cambio de objetivo, una muestra de libertad, no te haré más caso cuando me ordenes cosas que a un colegial, pero te escucharé cuando hables de lo que piensas y deseas, eso me parece inspirador.
-Tú si que acabas de ser inspirador, acabas de pensar de forma...no genital, extraño en un hombre, como raro es que estemos hablando de esto subidos a una estatua de varios metros de altura.
Bajaron como habían subido, y la aventura sobre el pensador anarquista fue solo un borrón no oscuro más en la inexistencia. Tras bajar se miran de nuevo y ella pasa el dorso de su mano por la mejilla de él. Le dice cosas que ni se escuchan pero da igual a qué se refiera, porque lo importante es que están allí, y la noche aún es muy joven, demasiado para desaprovecharla.
-Y ahora te toca a ti confesarte, señorita, sobre si eres o no hipócrita, ¿y humana?
-Desde luego no soy humana, porque no quiero ni que ciertos personajes se hagan llamar de la misma especie que la mía, soy una...arturia, me encanta, es por mi nombre, que no te diré, prefiero que nunca lo sepas. Nunca seré humana. Pero sí soy una arturia hipócrita, fuera de esta fachada de chica interesante y perfecta se esconde lo que se podría llamar alguien normal, o casi, voy a clase, hablo con personas que no me interesan como si en verdad lo hiciesen...todo eso que llamamos hipocresía, está en mi vida. Pero, como tu bien dijiste, no estará esta noche.
-Bien.
-Bien.
-Ven.
La introducción está completa con estas palabras, ya que el camposanto no puede ofrecer nada más a dos almas divergentes y convergentes, convergentes en el cementerio y después, quién sabe dónde lo opuesto. El muro que deben saltar por estar la puerta cerrada es como una barrera entre el mundo de los seres vivos y el de los espíritus, pero para ser una barrera tan imponente en teoría, es fácil de atravesar. Solo un salto apoyada en las manos de él para la gata, y un salto y una ligera proeza física para Julián.
Agarrar un muro y levantar su peso con sus brazos no es, fácil, pero al saltar fuera, da la sensación de que sí por la postura que adopta, gesto hipócrita de potencia física. No es esfuerzo lo que otros ni pueden hacer. Testosterona segregándose por el cuerpo y la sensación de que todo es posible. Los ojos verdes, femeninos, plantados en los suyos y el corazón se acelera, es una noche extraña, y solo comienza. No es amor, ni es atracción, es exotismo, magnetismo, los polos chocando para comprobar si el mundo lo resiste.
-No eres tan duro, ni tan macho, pero es graciosa la cara que tienes de ser capaz de tumbar diez osos con tus manos desnudas. Muy graciosa. Ahora, sígueme, tengo un lugar perfecto para enseñártelo.
-¿Enseñarme el qué?
-Solo un sitio perfecto para que nunca vuelvas a pisarlo, es un lugar al que voy a refugiarme del mundo, ni se te ocurra ir otro día que no sea hoy.
-Tienes mi palabra de macho alfa.
Ríen, y comienzan a caminar, la calle está mal iluminada, y observan al infinito mientras hablan de tartas de queso, y también de otros muchos temas que no les importan pero que consiguen que el tiempo y el espacio sean suyos, ellos deciden a cual de los dos hacerle caso, y cuándo hacérselo. Cuando habían llegado a la avenida del Pereiro y están hablando de croissants, a él se le ocurre una idea maravillosa.
-¿Sabes? Hay cosas que quiero saber de ti, te propongo un juego, tienes que contarme algo sobre ti, y tienes que hacerlo sin decir ni una vez la palabra que, si la dices, tendrás que besarme, es divertido, ¿eh? Después me tocará a mí, eliges una palabra, algo que quieras saber, y un castigo.
En la cara de ella se forma la imagen de la incredulidad, el atrevimiento es sorprendente cuando viene de alguien que no parece tener personalidad, y el color de los ojos tabaco rubio de él le dan ganas de fumar. Saca un cigarro, le ofrece uno y el lo coge y cuando saca el mechero todo se funde en un abrazo de las llamas al aire y el latir incandescente del tabaco.
No responda la joven porque aún está pensando cómo tomarse el desafío, si como un insulto a su feminismo o como un halago a su arturiedad. Pero como no llega a una solución, decide hacer una de las cosas que más le gustan en el mundo, jugar.
-Bien, fumo desde los quince años, estaba preocupada por la aceptación social, decidí hacerme un hueco fumando y funcionó, siendo guapa fue más fácil, además. Estaba este chico, Javi, el me encantaba, y no podía dejarlo marchar, y le gustaban las chicas que....mierda.
Se miran con timidez, como sin saber qué hacer, y ella entonces, con la iniciativa que las mujeres ganaron con el paso de los años y las luchas, se acerca a él y le besa en la mejilla. La cara de decepción de Julián es más que evidente.
-Si te beso alguna vez, será porque realmente me apetezca, además, es demasiado difícil jugar a esto, y no quiero contarte nada de mi vida, pregúntame por mí ahora, sin juegos, y después si me apetece te besaré.
-¿A qué ideas votarías si tuvieses que ser la demócrata del mundo?
-Votaría por la mujer, votaría por el hombre, votaría por Hitler y por Stalin, por la oposición de sinónimos y la similitud de antónimos, apostaría por el mundo y la absoluta aleatoriedad de la vida.
-Y tendrías mi voto solo gracias a que Hitler y Stalin están muertos, o en el caso de que pudiese matarlos de estar vivos, creo que soy más juez que tú, no creo que todo el mundo merezca las mismas oportunidades.
-La vida está ahí y es para respetarla, da igual lo que alguien haya hecho, lo importante es la capacidad que tiene de cambiar las cosas, tal vez acabe haciéndolo para bien, además, si se tuerce, ¿no merecerán sus compañeros de viaje un castigo? En cierto modo son los causantes de la alteración en la fuerza, son los que con su apatía o exceso de celo consiguieron crear un monstruo, si me meto entre los humanos, diría que todos mereceríamos tal castigo.
-Es una postura fantástica, pero no tiene tanto sentido como crees en un mundo real, en el siglo XXI como estamos, ya que en caso de hacer eso el futuro que deberías crear con tu voto se acabaría demasiado rápido bajo el yugo de semejantes tiranos. Hay veces que no queda más remedio que actuar para mantener un equilibrio, para tratar de hacer de este mundo un lugar mejor. Si lo piensas en realidad los grandes héroes de la historia, los reformadores, han sido en muchos casos simples asesinos con talento e ideales, aunque se convirtieran en monstruos ayudaron a su manera al desarrollo del mundo.
-¿Y te parece justo acabar con la vida de alguien porque hace cosas malas para ti?
-Me parece justo acabar con alguien que se dedica a acabar con los demás...
-Cállate, creo que son posturas irreconciliables...pero me gusta la sinceridad.
Y así, se abalanzó la arturia sobre Julián, generándole esperanzas de tarta de queso en labios ajenos. Pero nada más lejos de la realidad, vuelve a rozar su mejilla con el dorso de la mano e informa de que la tarta de queso no merecen probarla los asesinos, aunque sean asesinos de asesinos.
A su alrededor hay muchas luces ahora, están en una zona más céntrica de la ciudad, más céntrica de Argenta. Pero no van a llegar al lugar al que ella quiere guiarlo, algo irrumpe en medio de su camino, son un tropel de sombras perladas, traslúcidas, como fantasmas, que se dirigen a la calle paralela. Ella corre sin dudarlo, él está asustado y la sigue, dispuesto a lo que sea por desentrañar el misterio de las perlas andantes y salvarla del demonio.

lunes, 17 de enero de 2011

Vidas

El cadáver le observa con los ojos vidriosos, cubiertos ya por la membrana de muerte que a todos nos llega, era solo una vida, pero arrebatarla es un placer como no conoce otro el sabio ermitaño. Viviendo como vive, aislado del mundo, no conoce otra cosa que el conocimiento, para él la vida humana no es trascendental, es solo un obsequio que les es dado a aquellos que están preparados para desaprovecharlo. Es por eso que las vidas no son para ese loco ermitaño que una concha en la arena dorada de las playas de su tierra natal.

domingo, 16 de enero de 2011

Cartas al director

Es tarde de lectura en su mente. Los coros de voces aletargadas le rodean. Cafetería vacía pero resonante en la que se encuentra, con la fachada de piedra deslizándose entre sombras, locada en la plaza de Galicia es un rumor de calles de barro, un mito de cultura que en realidad consiste en desconocidos tomando cafés y desconfiando de sus camaradas silentes.

Apenas es un vago recuerdo lo que Cortázar revelaba en la anterior página, y en cambio es un mundo florido y acongojante lo que narra ahora, acompañado de los ruidos y luces que como ecos se pierden entre las formas enrevesadas del local, las mesas de metal decimonónico y las miradas más antiguas si cabe. El camarero es una figura cargada de quietud, que con su longevidad envejece a aquellos con los que habla.


En la calle se forman tinieblas de hormigón, los pasos de los transeuntes se superponen con los de aquellos que circulan motorizados, y estos forman un mosaico de luces sin in, en el atasco de la ciudad las serpientes de faros y cigarros fumados por pilotos constituyen una eternidad de manifiesta contemporaneidad. Callan todos y dejan de obervar su café cuando la puerta se abre y entra un vendaval de sonidos. Se cierra y una persona más está ahí dentro. La esperaba, esperaba a Penélope, y ella ha llegado.

No fue el modo en que se conocieron la forma común en una edad de recuerdos y divagaciones, una edad de apatía. El tiempo de los coches y los ordenadores, y como una incongruencia temporal, él mandó una epístola al diario que con más fuerza detestaba. Ella, interesada por la persona que con aquella fuerza protestaba, no hizo más que buscar su dirección, indagar, y tras conseguirla empezó una larga correspondencia de frases dichas y a medio decir.

Con curiosidad recorre la cafetería la joven, su vestido nacarado le marca las formas con una adaptación que ya querría para si el lucero del alba al amanecer, , en cambio está suelto y vuela, convirtiéndola en una visión que parece siempre a punto de desaparecer, gira la cabeza en busca de su corresponsal, y su melena lisa de azabache vuela, revolviéndose como si una tormenta se hubiese desatado a su alrededor, y esas facciones blanquecinas, ese tono perlado en una piel marcada de pecas, aspecto de niña sabia hasta el infinito. Sonrisa inocente al verlo, y se acerca.

Aparcando la lectura junto a su café con gotas, se levanta él, probablemente con cara de idiota, y el silencio, los ruidos de la calle ya no existen, los ruidos eran ficción, ella es real, le da dos besos con esa suavidad que solo la piel de un ángel tendría, y le saluda con una náusea de amor, con palabras que no quiere y debe decir. Saludos cordiales y tópicos en un mundo diferente, entonces los dos ríen, en una lucha de protagonismos, los dos quieren fascinar.

Ríen y se burlan de si mismos por saludarse timidamente cuando se conocen más que a nadie, desconocidos de siempre, y el futuro es suyo. Ella no quiere  tomar nada, solo quiere vislumbrar la felicidad de alguien a quien dirigirse en los términos en los que quiere dirigirse a alguien. Hablar de lo que realmente le interesa.

Y antes de darse cuenta estás ya fuera, cobijados por el ruido y el claroscuro de colorines que es la calle de noche. Los coches rugiendo, pitando, las gentes caminando perdidas sin mirarse a los ojos, y de eso hablan, fijos cada uno en las pupilas del otro, fascinados por poder hablar sobre la gente que no habla, fascinados de pensar en la gente que no piensa. Las calles no importan, y por ello se adentran en la zona vieja, caminan sin rumbo porque no lo necesitan, ambos han caminado ya demasiado tiempo sabiendo hacia donde se dirigían, y es ahora cuando comienza el auténtico viaje.

Los peregrinos los miran extrañados cuando tienen que apartarse para no ser atropellados, pero a ellos no les importa, no quieren mirar hacia delante, eso es lo que hace la gente normal, solo quieren beber el alma del otro y disfrutar de esas horas robadas al tiempo antes de que la realidad de París y de azúcar se cierna sobre ellos, será su primera y única noche juntos, quién quiere más, conocerse, el resto sobra, artículos de tienda de regalo que están en casa y solo ves un día. Mejor saber que se perderán después, y observarlo como lo que son, objetos únicos.

Así se sentían al llegar a la plaza del Obradoiro, como un regalo efímero y maravilloso, las dos semanas de correspondencia ya no son nada, ahora están cara a cara y quieren ser uno. Follar? Ya se verá, de momento empieza a llover. Empieza a llover y el Obradoiro se vacía, ellos se quedan allí, de pie, se dirigen al centro de la inmensa plaza y se quedan mirándose, dejando que la lluvia les moje el pelo, que conviertan cada curva de sus rostros en perlas brillantes en la noche. Y sus miradas brillan más si cabe. Se tumban en el Obradoiro, aprecian esa vista magnífica de la catedral, con las perspectivas cambiadas, el mundo boca abajo, y es para ellos lo más natural del mundo.

Se levantan, y siguen caminando, tal vez hacia el monte de Deus. Las formas de ella dibujándose bajo el vestido de nácar.

Acércate

Mundo de grises,
firmamento,
estrellas felices
sin fundamento.
Las líneas del reino
sin señor,
músicas de escarnio
y desamor.
Con acordes
entre calles
sin hombres
pero con baches.
Alrededor de nieblas
que se pierden
entre tus vicios
y descargas de semen.
Desconocidos de todos
se cruzan en silencio,
ocultos entre el lodo
de un mundo ceniciento.
Siente el dolor feliz,
la felicidad cruel,
y como de bondad, adalid,
lucha, mejora hasta perecer.

C´est l´amour

Cortinas policromadas caen de los alféizares camino pegado a los muros de esta ciudad bendita, agraciada con su existencia. Siempre fui un romántico, pero lo estoy llevando al extremo en los últimos tiempos, es como si fuese capaz de ver todo más allá, unas perspectivas soñadoras que me cautivan. Qué diablos. Atravieso la cortina de agua y los colores se hacen más vivos, día soleado y lluvioso, y mientras me empapo, observo el arcoiris eterno que se abre en cada callejón, con el agua cayendo, con el agua rebotando y mezclándose con mi ropa.

Todo brilla, la gente corre a ocultarse en los soportales de las calles santiaguesas, nunca había visto un arcoiris con lluvia tan intensa, parece que Santiago se inundará, y en cambio da gusto caminar por la calle, sentir pesada cada prenda de ropa, los vaqueros pegados a mis piernas y deseando pegarse al suelo, escurrise y descender de la mano de una gravedad que también empuja mi camiseta. Tal vez habría sido mejor abrigarme más, pero me cuesta sentir frío, ser consciente de lo que me rodea desde que la conocí.

Directa desde Suiza, desde Ginebra, con Geneve por nombre y unos ojos castaños que no sabría describir, esas mejillas sin forma, con la piel tan pálida que parece se va a deshacer en vapor. Las manos, rozando, frías, mis mejillas, y esa forma de hacer contacto y que parezca venir de otro mundo, tan suave, tan agradable, de mármol y vapor. No hace frío y continúo recorriendo las calles en busca de mi afrancesada particular. Es la vida de un hombre enamorado, ser feliz y caminar sin saber por qué, importarte poco mojarte o no hacerlo. Y de qué me sirve? Quién sabe...

Capítulo 6: La frustración del voyeur

RalSimón es consciente de que ha conseguido generar fascinación en la mente de su tío, como mínimo una curiosidad atronadora, como si de Alicia explorando su mundo de las maravillas se tratara. Profesor de literatura, es un gran aficionado a los casos perdidos y a aquellos que podrían ser genios y no son más que idiotas. Busca eternamente al que consiga equilibrar creación y vida, aún no lo ha encontrado.

Tantas películas le recuerdan a esta situación, pero no quiere pensar en ellos, intenta penetrar las mentes de sus interlocutores, pero están hablando un idioma que no le interesa, sentados cada uno en uno de los sillones individuales de su salón, parecen estar a gusto, Gabriel cuenta la historia de su vida, cómo se llama Gabriel Néstor, y en ocasiones se siente uno y en ocasiones otro. Se cree un creador, un creador con posibilidades de triunfar, y relata entonces por qué su falta de inspiración le condujera a llevar a cabo actos...desaconsejables.

Ramiro es un buen oyente, atento, con asentimientos en su justa medida, una mirada penetrante y da siempre la sensación de entenderlo todo, una actitud forjada, probablemente, a base de años aguantando los discursos de adolescentes con aires de grandeza, dándoles ánimo para conservar los aires y mejorar el fondo.

Para él no resulta interesante una conversación en que no aparece ese Stanley, con odiseas por el espacio y ultraviolencia repartida en tantos años de carrera. No le gusta una conversación en que no se siente quien de participar, él que normalmente intenta dejar su sello en cuanto otra persona abre la boca, pero no es la vida del cinéfilo una vida participativa, sino más bien digna de un voyeur. Y no quiere ser Simón el que rompa el tópico, le gustan demasiado los tópicos.

El relato de su protegido ha durado más de una hora, y para Simón no ha sido más tiempo que el que le ha costado repasar el argumento de Blade Runner, película genial donde las haya, con una ambientación elaboradísima y aun encima, con el mejor monólogo final que había escuchado en su vida. Un repaso más interesante el de los replicantes que el de Gabriel, Néstor, o como se llamase. Aunque sigue teniendo curiosidad por adentrarse en la madriguera de conejo, se arrepiente en cierta medida de haber metido tanto ajetreo en su vida.

Alguien llama al timbre. A Ramiro se le ilumina la sonrisa, ese alumno del que había hablado, debe ser él. Y simón se levanta, secundario como nunca lo había sido, y abre el portal desde la cocina. Después deja la puerta del piso entreabierta y, como si volviese a sumirse en las sombras, se sienta y queda en silencio. Para él ya no es la situación más que un engorro, querría estar viendo ya una película del Dogma 95, es el momento perfecto, un momento de especial vitalismo y veracidad, pero...le gustaría darse cuenta de que por muy realista que resulte el Dogma 95, lo es más lo que tiene delante.

Aparece el cándido Bastián, parece un personaje sacado de Van Sant, retraído, adolescente en su más puro estado, una hipérbole de la paranoia y la hormonación, cabizbajo, con un deje de mártir por vivir. Saluda con un gesto y se acerca a Ramiro, cobijándose en la única persona a la que conoce en la sala.

-Bienvenido, Bastián- el tío de Simón le saluda con una sonrisa muy marcada, está en su ambiente-, te presento a mi sobrino, Simón, y este de aquí es Gabriel, el chico del que te hablé.

Tras la necesaria dosis de presentaciones y estrechamientos de manos ajenas y propias, es el momento de sentarse a charlas, Bastián toma sitio en una butaca de madera con los ribetes del cojín azulado cayendo a cada lado. A simón le gustaría ofrecer asientos más cómodos, pero eso es un piso de estudiantes, qué coño, no le pueden pedir más. Y es el momento de que su histriónico tío lleve a cabo su presentación.

-Cuando Simón me llamo no estaba muy seguro de qué tipo de ayuda me pedía, la situación de Gabriel requeriría más la intervención de la policía que la mía, pero después de describirme al personaje del que me hablaba, me di cuenta de que lo que más necesita son unas clases de vida y literatura, una enseñanza de liberaciones y moderación.
Sino me equivoco, la escritura es para ti la mayor de las liberaciones, Bastián, así que tu puedes ser el maestro de escrituras, mientras aprendes de alguien que lleva a cabo todo lo que tu no te atreves a hacer. Es como si tú escribieses todo lo que Gabriel no puede mientras él vive las vidas de los dos, tenéis que aprender a compensar vuestras existencias, y es por eso que os conocéis, por eso es que estáis aquí.

Caras de póker, y envidia de Gabriel por Bastián y su creación, y de Bastián por la capacidad vital de Gabriel. Simón les mira con desprecio, siempre anhelando lo que otros tienen, si fuesen como él, capaz de extraer toda enseñanza que el cine le pueda acercar. Y aún así hay algo que le inquieta de los dos que tiene delante, como si su situación fuese la peor y necesitase aprender de ambos, dejar atrás esa pose pseudodivina que se ha forjado a base de metrajes.

sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo 5: Liberación del mundo

Se sintió fascinado al mismo momento de verla, como si se tratase de una aparición mística. Una aparición de otro mundo. Acababa de salir de su clase de literatura, y como pensando en cualquier cosa, no pensó en ella. El momento perfecto para que fuese Alba la que se le acercase.

-Hola, Bastián.

Una mueca como respuesta, ese idiota cargado de sueños idílicos no pensaba aprovechar la clase magistral de emociones que acababa de recibir. Suerte que no era muy dado a sonrojarse, y había cumplido su cupo durante el aula. No cree que sus mejillas hayan cambiado de color.

-Eh...hola, Alba.

-Esa poesía era muy bonita.

El pelo áureo de ella casi le tapaba la cara, y el cuadro que rodeaba con folículos no puede ser más hermoso. Con los ojos de un verde como no vi en mi vida, grandes, expresivos, de esos que se te meten en la sangre y recorren tu cuerpo cargados de electricidad. Los labios, esos labios...

-Gracias- nervioso-, bueno...adiós.

-Adiós.

En su suprema idiotez no es consciente de que aquella mirada de decepción aparece en los ojos de la joven. No le importa su poema, es lo que le ha provocado lo que le importa, esa química que se mete en tu cerebro y parece manipular tus pensamientos, como un virus que dirige tus pensamientos hacia unas palabras, hacia su autor...

Y el idiota de Bastián se da la vuelta, no es un joven especialmente atractivo, no por sus características físicas, agraciadas, sino por su carácter pusilánime, esa actitud apática hacia la vida que le caracteriza. Si pensase en su parte de culpa en la poca atracción que ejerce sobre el sexo opuesto, tal vez se diese cuenta de lo fácil que le resultaría ser atractivo. Si fuese consciente de ello no habría perdido, tal vez, la única oportunidad de conseguir entablar amistad con la chica de sus sueños. Pero no lo era.

No se da la vuelta, camina dando la espalda a Alba y aún no sabría qué decirle. En qué medida le habría interesado cualquier suceso relacionado con la vida de un tío tan aburrido como él. Pensamientos poco halagüeños, seguro que solo había querido mofarse.

-Que le den- exclamó, al llegar a su casa, furioso. çcoge un papel, su pluma y se pone a escribir.

Eso es lo suyo, liberarse, guardarlo todo dentro, guardar dentro de sí toda participación de la vida que sea capaz de reprimir, y en vez de vivir, volcarlo todo sobre un papel gastado. Gira el mundo interno de Bastián alrededor de todo aquello que le da rabia, gira alrededor de si mismo, y todo acaba.

Ha pasado una hora, y dos folios, setenta y dos versos. Es preciosa, desgarrada, se dice. La poesía de su mundo desesperado. Pero ahora, leído en papel, todo es más bello, casi gracioso.

Su romance con la celulosa no ha terminado y vuelve a vlcarse pluma en manos. Su vida en metáfora y elipsis está ya escrita, y continúa, eso es lo importante, se llevará a la tumba sus memorias escritas en coplas, sonetos y verso libre.

Está al alcance de muy pocos, se dice, ya no sabe qué hora es, está aislado en su ático, solitario, y le gusta, pero de repente, lo peor. Suena el teléfono, alguien lo saca de su trance místico, de su obra homérica en rima consonante.

-Hola, Bastián, recuerdas mis palabras de hoy? He conocido a un joven que te vendrá muy bien, ya lo verás.

-Ramiro?- la interrogación que partió del joven al reconocer la voz de su profesor de literatura podría ser doble, o triple.

martes, 11 de enero de 2011

Capítulo 4: Despertar y concienciazión

La casa de ese tal Simón parece un buen lugar dónde despertar. Gabriel reflexiona sobre todo lo ocurrido la noche anterior, terrible balance, el teléfono cargado de llamadas y mensajes de unos padres preocupados, las udas sobre llamar y explicar u ocultar y preocupar son realmente significativas. Las explicaciones pueden llegar a resultar complicadas. Podría haber puesto la vida de todos en peligro por beber demasiado whisky, y por comportarme de forma violenta, pero no os preocupéis, padres. Es absurdo el simple hecho de pensarlo.

Mira hacia arriba y lo que observa lo inquieta, no es nada, solo un poster de Predator, el clásico de ese tal Chuache, pero la visión de la  criatura resulta inquietante al despertar. Menudo bicho raro este Simón, piensa para sí mismo, todo el camino hablando del hurto de protagonismo, de sutiles ritmos de jazz en el fluir de la vida. Para Gabriel el chino sería más comprensible que la paranoia constante de ese soberbio e ignorante cinéfilo. Pero prometió presentarle a su ángel de la guarda, un hombre sabio y cabal, tal vez él supiese lo que hacer, pero por supuesto no confía demasiado en los consejos de un desconocido que sin problemas le invita a su casa, podría ser un pervertido, quién sabe, al menos sigue vivo.

Son más de las dos del mediodía, y abe la puerta de la habitación con una mezcla entre curiosidad y temor. Todas las paredes están cubiertas de pósters, la monstruosa figura del hombre elefant, uno de un videojuego famoso pero que no ha probado, y hasta hay de varios grupos de metal atmosférico norirlandeses. Poco importan los detalles, y se encomienda a la bondad desinteresada de su anfitrión. El chirrido de lapuerta al abrirse le hace ser consciente de que no pasará desapercibido. Piso clásico de estudiante, pasillo oscuro, la habitación se encontraba al fondo, y recuerda que para llegar al salón, donde espera encontrar a Simón, solo debe seguir recto. No es difícil orientarse en ese piso de dos ocupado por uno solo. Mi compañero está sacando el carné de conducir, no vino esta semana, recuerda las palabras.

Las puertas cerradas no le inspiran la menor curiosidad, solo quiere llegar al salón, conocer cual será su siguiente paso. Por momentos se plantea la posibilidad de estar exagerando. Pero probablemente sea solo que quiere encontrar esperanzas donde no las hay. El Mesías es demasiado influyente,demasiado. Para él no es sencillo acercar los pensamientos a determinados temas, qué fácil habría resultado quedarse en casa, con su incapacidad absoluta para escribir, con su cubata de qhisky, ahora lo recuerda, estrellado contra un árbol, la botella, de sus padres, fuera del mueble-bar, las luces encendidas y la cama vacía, tarde o temprano tendrá que rendir cuentas...mejor cambiar de tema. A Baudelaire no le exigían explicaciones tras sus desmanes.

Se escuchan voces tras la puerta de caoba, no es más que una sensación, pero el nerviosismo le invade mientras gira el pomo, circular como hacía tiempo que no veía uno. Las voces se paran. Parece que el día es tenso para todos. Según Simón su compañero no aparecería, así que debía tratarse de otra persona, además, esa voz parece más adulta qu la de un estudiante, el tempo de las palabras más pausado. La puerta ya está abierta, y al fin contempla el cuadro completo. El salón, con la puerta de la calle abierta, al otro extremo, y su benefactor dando labienvenida a un hombre de panza abundante, a un hombre con bigote y que sonríe con extrañeza. Los dos le observan ahora. Simón cierra la puerta tras la espalda de su tío, o eso supone Gabriel.

-Así que este es el famoso Gabriel. Veo que tienes el aspecto que mi sobrino me describía, un león rodeado de plantas carnívoras. No me creo que hayas sido o seas escritor, pero si que tienes fuerza de carácter.

-Veo que Simón le ha informado en exceso. No soy más que lo que tiene delante, con palabras en papel o sin ellas, soy un joven condenado.

.Y yo soy el que con todas sus fuerzas tratará de ayudarte, si vuelves a tutearme te lanzaré a las plantas, pero si me tratas con confianza tal vez puedas sacar algo en limpio, para algo soy catedrático de literatura, vivo más fuera de la realidad que la mayoría de los profesores, y en cambio más dentro que cualquiera que no haya leído un verso de Góngora.

Ramiro, pues ese es el nombre del erudito, es consciente de la ignorancia plasmada en sus palabras, utilizando a Góngora como representante de realidades, y se complace al ver la mirada de acusación procedente de su interlocutor. Le explica el motivo de su desliz, y tras explicarle esa prueba de infancia, pasa a comunicarle que aunque se considere un pensador diferente, no le ayudará si no pone en conocimiento de sus padres su situación. Él es padre y sabe lo que es morir por la seguridad de un hijo. La mirada de Simón cuando su tío pronuncia esas palabras es significativa, y Gabriel, curioso, se abstiene de preguntar la causa.

Es, pues, el momento de llamar a sus padres para aquel que quería evitarlo a toda costa, el momento de tragar con lo desagradable para tratar de vislumbrar una luz al final del túnel, túnel oscuro, por otra parte. Comienza, pues, la odisea del mentiroso que afirma encontrarse en un viaje en Madrid, para solucionar un problema personal de una amiga que acaba de perder a su madre. La historia de la agresión al Mesías es plato de gusto para Ramiro, que con premura reflexiona, y se le ocurre pensar en alguien que podría sacar gran provecho de la personalidad impulsiva del guerrillero de los narcotraficantes.

lunes, 10 de enero de 2011

Vivir para ser enganado, ou morrer séndoo

Ouvea o vento no exterior do tren, e namentres o compañeiro de cadaleito parece coma durmido, non pode Xulio facer outra cousa que observar ó seu redor, camiña sen camiñar, xa que está morto e non pode mover o seu corpo, pero en espíritu ten a sensación de que a fiestra está pegada ó seu nariz, e alí afóra consegue observar ós feiticeiros creadores da súa desgraza. Encarapuchados e cargados de libros eses evanxelistas cabróns parecen felices. Se soubesen que por facerlles caso e castigarse morrera, quén puidera movelo corpo e arrearlles uns bós lategazos. Se soubesen...

Que a culpa é moi complicada de xestionar, que ser aficionado ó fútbol o ía levar polo mal camino, e cen merdas máis que non conseguiron senón enganalo, parecería que era parvo senón estivese seguro de que non o era, pero agora eses estaban viviños e el estaba morto. Vai alí a Cabo Home e adéntrate nas augas, loita contra a forza da natureza a sae coma un home novo e puro, castiga o teu corpo co esforzo físico e sairás mellor do que entraches.

Pois claro que saiu mellor, saiu cun billete directo o ce, viaxando nun tren cotroso e fedorento, cun compañeiro más aburrido que ver unha gala de Erovisión e por riba, sentíndose idiota por facer caso duns feirantes da fe. Fidelísimos hipócritas, vendendo Biblias coma se fosen santos, e gastando os cartos no clube da rúa Santa. Bah. Qué máis dará, se total, San Pedro, segundo dixeran era moi amable. Mentres tanto, a súa herdanza estaba a salvo, xa que como lle dixeran, se os colocaba como principais herdeiros, eles donarías a súa fortuna á caridade. Qué bonitos reloxos levaban, os moi canallas. Entón Xulio decatouse de algo.

-Merda!!!

Capítulo 3: El gran teatro de la noche

Crítico, es crítico y lo sabe, ya ha visto demasiadas películas como para no serlo. Se siente como tal y le gusta, le agrada saberse crítico. El es Simón, ángel nocturno, vida anónima pero que debiera ser conocida. Admirador de un tal David que con lo onírico convierte sus filmes en un arte diferente. Conocedor de todos los detalles del cine moderno, pero no le gusta presumir. Un mundo interno vasto, lóbrego, cándido y perverso, de desmesurada rebeldía contra todo. Lo que es lo mismo, un mundo soberbio e inútil. Pero para qué joven de veinte años no es inútil el pensamiento pasional.

Está volviendo a casa, después de pasar or el dadaísta club de jazz. Le gusta ir solo, le gusta sentirse diferente por estar solo y disfrutar de la música, sentir la música con los ojos cerrados mientras se lleva la cerveza a los labios y la deja transitar por la garganta etílica. No es más ni menos que nadie, pero con ese ritual de excentricidad se siente a gusto. No es esto lo que importa ahora, lo que importa es que camina en solitario de noche. Observando lo que para él es el gran teatro de la noche, no tan agradable ni completo como una de sus bienamadas películas, pero si interesante. Lo suficiente como para convertir el camino de regreso a casa en algo entretenido.

Las faroles le parecen casi enviadas especiales para convertir las calles en avenidas, para convertir los paseos en desfiles militares, es por eso que se enorgullece de otra de sus extravagancias, caminar pasando cada farola por un lado, un zig zag que en cierto modo le convierte en uno de los actores principales de la obra en cada noche. Ese personaje que aparece como venido de ninguna parte e introduce un toque de encanto en los filmes que le gusta ver. El personaje admirable y desconocido.

Por eso está enfadado esta noche, porque es otro el que ocupa ese papel. Es otro el que trata de parecer más extravagante, más trascendental que él. Lo ve desde lejos, sus andares apresurados, nerviosos, dignos del personaje de una novela de Stephen King, como perseguido por un payaso de malicia sin límites. A medida que se acerca comienza a adivinar sus facciones, el pelo corto y negro, los ojos oscuros, la mirada perdida, el miedo en el rostro, los labios temblando, las manos ensangrentadas, un momento.

-Tienes las manos ensangrentadas!- inconsciente, la peor decisión si ves a alguien manchado de sangre, hacérselo notar.

De repente los ojos perdidos se encuentran en la noche, y mientras Gabriel oberva a Simón parece despreciarlo, lo desprecia por no conocer su sufrimiento, sus pesares. Para Simón eso es dramático, cómo puede despreciarlo! Ahora lo tiene claro, ese chico no es el personaje estravagante, es el protagonista, con su altanería, con su forma de comportarse cargada de ignorancia, como si no fuese consciente del papel que le toca desarrollar.

-No me había dado cuenta- se mofa, y es en ese momento cuando Simón se da cuenta de que no podrá sentir simpatía por ese chico, jamás.

-Me preocupo-replica-, deberías agradecerlo en un momento como este.

-Tienes curiosidad, eso no es lo mismo que preocuparse, quieres saber por qué tengo sangre en mis manos, morboso, hijo del cotilleo, y tal vez sea mejor para ti no saberlo- le tiembla la voz al hablar, a Gabriel, delatando así su miedo, dejando constancia de que no está sino mintiendo, de que su fuerte carácter no es sino una máscara de que está perdido y sin saber que hacer.

-Necesitas ayuda?

-Acabo de pegarle al Mesías.

La música para esa escena debería salir de Psicosis, de Hitchcock, y el guionista debería, probablemente, suicidarse, qué tópico, qué problema tan común y trivial, pegarle a chico más duro del pueblo. Hasta Clint Eastwood podría haber protagonizado una historia así antes de convertirse en un genio del cine dramático y consignificado.

-Necesitas esconderte, y yo vivo solo, sé quién podría ayudarte, mi tío, mañana te lo presentaré.

Gabriel se derrumba entonces, y con un deje de desesperación asiente y grita atemorizado que no quiere volver a su casa, no quiere guiar al Mesías hasta sus padres. Sin una simple nota, ahora debe vivir habiendo dado semejante susto a los que le regalaran la vida.

Para Simón, todo había girado ciento ochenta grados, y el gran teatro de la noche se convierte en el gran largometraje de su vida, qué ironía vivir en tercera persona lo que más emocionante podría hacer la vida en primera, peculiaridades de un ser humano que parece no darse cuenta de por qué camino transita hasta que ve a otra persona transitar por él.

Capítulo 2: Alba

El alma en vilo, no está preparada esa parte de su ser para asimilar tanta belleza. Desde su desordenado lugar en la clase la observa con los ojos descompuestos en sollozos. No llora ni lo hará, pero la ipotencia que se adueña de él no es resistible por un común mortal. Por suerte par si mismo él no es un común mortal, es un miembro de esa clase de sufridores que representan los tímidos sin arreglo. Bastiá, como el genio soberbio que Michael Ende creara enre sus delirios fantasiosos.

Pero si en algo se asemeja al héroe de la más interminable historia jamás contada es en la impotencia del comienzo. En cambio sabe este Bastián que no es su sino convertirse en leyenda. Lo sabe porque no quiere serlo, demasiada responsabilidad, demasiado trato con la gente. En cambio, está cómodo con su silencioso pesar mientras observa a Alba. Su némesis, no por enemistad sino por heridas internas. Los órganos intactos en carne pero no en esencia. Le duele el corazón de amor incomprendido e ignorado, le duele el hígado de las noches de absenta solitaria para olvidar, los pulmones de todos los cigarros consumidos en la oscura frustración. Adulador por nadie desenmascarado.

De repente el profesor, desde su cátedra cargada de atemporalidades, le llama la atención. Sal de tu ensimismamiento, le dice. Estamos hablando de algo trascendental para vuestra formación, y si acaso eres digno de disfrutar del dulce verdor de las praderas de Stendhal, sal de tu sueño y vive el de Rojo y Negro. Leíste la obra, no es así? Sino lo hiciste habla sobre ella.

Rojo y negro, sin el negro en sus mejillas, cumple la mitad de la ecuación, y bajando la cabeza para no ser observado por los compañeros de facultad, se sume en el silencio de un asentimiento vergonzoso. Como para convencer al profesor de que le escucha, no se le ocurre otra cosa a Bastián que cntinuar con su creación poética, salida extrema para sus desamparos. Lo único que mantiene la cordura en la amargura.

Por desgracia para él, no consigue así distraer la atención, sino acapararla con más fuerzas, y el marmóreo pensar del profesor le lleva a pensar que es el chico un genio y no un sufridor. Ensimismado en su arte, y quiere conocerla. Levántate y tráeme eso que estás escribiendo, compartamos los pensamientos de los compañeros. Por suerte solo hay veinte personas en clase, no más, no es la literatura terreno para mayorías. No desea que nadie lea su obra, pero es demasiado opaco en emociones como para negar el gusto a su superior directo. Se levanta y se conduce por raíles inestables entre los demás colegas de martirio, con el rabillo del ojo puesto en los destellos dorados sobre la cabeza de Alba.

Tras un distante agradecimiento el profesor le pide que recite sus palabras, comprobando ya que se trata de una poesía, no adivinando cuán privado podía resultar llevar a cabo ese acto. Como no recibe respuesta, el panzudo y cuatroojos sabio se dispone a recitar el mismo las verbas de su discípulo, orgulloso de apreciar que la creación literaria continúa entre los jóvenes.

Dos decenas de ojos clavados en la tez ardiente de Bastián, y comienza el martirio.

Blanco es tu nombre,
como el Sol al cerrar los ojos
y solo apareces tú,
pensamientos de cobre
y el alma al rojo,
cómo decirte
cuan bella eres, mi astro,
si solo consigo sacar
de mí versos de alabastro.
Y merecerías platino
entre estos grises de cemento,
eres para mí un sueño,
el destino,
así que con mi amor extiendo este juramento,
te seré fiel en vida, en lo etéreo,
y mientras caigo entre llantos
veré esos hilos de oro
con corazón férreo,
derritiéndome entre los espantos,
espantos por no llegar a conocer
lo que se sentirá cuando con suavidad,
se alcanza a besar tu blanca tez.

Risas entre los oyentes, la mirada de Bastián debatiéndose entre el suelo y Alba, que, dándose cuenta de cómo la mira, baja la mirada de tabaco rubio, nerviosa. Las palabras del sabio Ramiro resuenan en la sala.

-Eres apasionado, amigo ensimismado. Me gusta, ese fervor pasional, esa forma de amar lo desconocido, tienes que liberarte, confesar a tu amor secreto lo que sabes, lo que ocurrirá si tus deseos más oscuros se cumplen, en eso consiste la literatura, hijo, consiste en tener el valor de reaccionar a lo que te ocurre, consiste, simplemente, en conseguir que nada se interponga en tu camino, y cuando eso ocurre, narrarlo. Pero nunca antes del fracaso. Me has conmovido, y por eso te libero de tu tortura, vuelve a tus pensamientos, pero para la próxima, atiéndeme, introdúcete en los grandes genios y aprende a enriquecer tus torpes palabras.

Con el gusto por la retórica del maestro se entretuvieron los alumnos, y con un rojo más oscuro que el de la sangre vuelve el chico a su asiento. Sintiéndose perseguido por las miradas de sus compañeros. No es consciente de que entre las risas y las burlas se puede percibir un deje de envidia. De desprecio por su estupidez y envidia por su sensibilidad. Idiota, reprimido, se sienta y vuelve a mirar las hojas en blanco que tiene ante él. Debería saber más de la vida, y en ese momento la clase toca a su fin, un día menos en una vida pesarosa. Se acabó y puede volver a su ático tranquilo y aislado.

No sabe que su profesor será también su mentor en un camino más allá, en compañía también de su antítesis, de aquel que unas pocas horas antes se encontraba en un parque golpeando al Mesías, golpeando a quien nunca debiera golpear, y firmando así una sentencia de muerte que esperaba poder eludir.

viernes, 7 de enero de 2011

Perversión encantadora.

De agua, el sonido es de agua contra roca. No es como nada que haya escuchado antes, Gabriel abre los ojos. El cielo ante él, un marco inmenso formado por árboles y a lo lejos el celeste eterno. Quién iba a decir que el cielo no tiene en realidad color, es todo luz, la luz manipuladora de realidades. Y hablando de realidades, cuál es la realidad de Gabriel? No lo sabe. Se levanta...le duele la cabeza. Cuando se da cuenta de que está sobre una roca no reacciona. Normal ese sonido despertador de agua. Las últimas veinticuatro horas se le han olvidado. No sabe por qué. Recuerda levantarse, recuerda ir al trabajo...

Se encuentra en medio de un lago en medio de un bosque, alejado del bosque por el agua y de su vida por el bosque y una amnesia incomprensible. El Sol matinal no lo ilumina directamente y lo agradece. Ante él, la furia turbulenta de una catarata, las aguas a su alrededor se muestran turbias, como tratando de ocultar el fondo, siguiendo la corriente que camina hacia ningún lugar. Parece un lago salido de la pesadilla de un demente. Se lleva la mano a la cara, y en el trayecto ve entre sus musculadas formas un tatuaje. 24 horas.

Qué significa es un misterio para él, pero si de algo está seguro es de que quedándose quieto no conseguirá nada en absoluto. Desde la espesura alguien lo observa. Es la demente de cuya pesadilla salió ese lago. Con un vestido amarillo confundiéndose con la melena áurea, tiene lña mano dentro de la corta falda. El brazo se mueve en espasmos incontrolables, la excitación en sus ojos enormes asustaría a cualquiera, y en cambio esa demencia descontrolada y perversa es atractiva. Gabriel observa su brazo, y la luz hace que se muestren las formas de su extremidad esculpida en el gimnasio. La cara de desconcierto la excita más si cabe, y ella dirige la otra mano bajo su falda, creando un coro de caricias que la transporta a más de un éxtasis simultáneo, el erotismo de lo absurdo su sueño.

En su confusión, no puede hacer más que saltar al agua, salta de pie, con miedo a que entre las turbias aguas alguna piedra afilada pueda perforar su cráneo si lo hace de otra forma. Gabriel está asustado, y ya no confía tanto en su espléndida forma física, no conoce el lugar en que se encuentra. Por suerte para él, hidratar su piel, el roce de cada partícula de agua con cada uno de sus poros es una bendición sin límites, y con los ojos cerrados sale a la superficie, la corriente no es tan fuerte como parecía, y nada con fuerza hacia la orilla, aún fascinado por la furia de la cascada. Sus músculos vencen a la corriente y pronto llega a la orilla. Sale del agua y se quita la camiseta.

Mira sus abdominales con orgullo y arroja la camiseta al suelo. Ahora recuerda algo...cuando deja de recordar, era aún de noche, su amanecer temprano para acudir a una entrevista de trabajo. Aquella mujer que parecía controlar totalmente la situación, que con sus ojos rojizos y su melena rubia se adelantaba a sus pensamientos le ofreciera una copa de whisky. Seguro que ella le había envenenado. No, no era una entrevista de trabajo, era una de sus conquistas. Da igual. Comienza a caminar entre el bosque, y al otro lado del lago, solo quedan los restos en el suelo de la fugaz pasión del diablo hecho mujer. Flujo de placer.

Como si de un héroe griego de tratase, Gabriel se lanza a la carrera, su físico privilegiado le proporcionará una rápida salida del bosque, es eso lo que él cree, y por ello no se guarda energías. Las ramas, las hojas, borrones fugaces policromados. Los troncos, apenas obstaculos que esquivar con saltos felinos. Durante el camino se entretiene el Adonis actual recordando sus múltiples conquistas, cómo cada una de las mujeres con las que estuvo le suplicaron que no las abandonase, con su inagotable encanto.

Ya pasó el mediodía y él sigue corriendo, es como si en ese bosque no existiese el cansancio, ni la salida. Extraño, él mismo se sorprende de su resistencia, ya que nunca había corrido tanto tiempo seguido, y comienza a asustarse por la ausencia de un linde en ese bosque eterno. Entonces vuelve a llegar a un lugar conocido. Entre las ramas que antes esquivaba como un Aquiles de pacotilla, ahora vislumbra un lago, apenas escucha ya el ruido del agua al caer. A medida que se acerca se va dando cuenta de que se trata del mismo lugar en el que despertó. Probablemente, en su desconocimiento de cualquier proceso para orientarse en esas condiciones, había corrido en círculos. La simple idea le deprime y cansa. Pero lo que más chocado le deja es el hecho de que la cascada parece llevar mucha menos agua, y al contactar el rayo de sus pupilas con el agua escasa, las energías flaquean. Sus piernas se quedan sin fuerzas y cae de rodillas. Ya han pasado muchas horas, horas pasadas entre la soberbia de sus conquistas, los recuerdos que ya comienzan a abandonar su mente, sustituidos por el miedo.

Mira su brazo derecho, con el tatuaje, el brazo parece menos fuerte, parece que hayan pasado meses y que ningún alimento o ejercicio le hubiese afectado.Pero no es eso lo que más inquieta a Gabriel. Al lado de veinticuatro horas ha aparecido otra palabra. Confusión. Nadie pudo hacerlo, no existen los tatuajes con efectos retardados. Para tu. Eso es lo que se ha añadido. Veinticuatro horas para tu...Qué más, ahora es la inquietud, la curiosidad, ya no sabe qué pensar o sentir, y con el desentreno al que siempre sometió a sus neuronas, entre esos pensamientos pasa ya demasiado tiempo, empieza a anochecer. Está sin camiseta. El frío ya se nota.

Junto al lago sigue, sin poder reaccionar, nunca se viera en unas circunstancias iguales, ni su sonrisa ni sus facciones hermosas, ni siquiera sus dotes de encantador de serpientes le sirven en ausencia de alguien de quien aprovecharse. Tiene sueño, y miedo, no sabe si podrá moverse ya. El frío le agarrota los músculos, y una sonrisa del pasado viene a su cabeza. Esa mujer a la que trataba de engañar, esa rubia del vestido amarillo. Ella...le había dicho algo, sí, ahora comenzaba a recordar. Ya es de noche, se dice, pero ahora lo solucionaré. Echa de menos su camiseta, por qué se la quitaría...la arrogancia.

Un grito desgarra el bosque, acaba de llegar a su mente una imagen. Unos dientes afilados y una lengua bífida. En su brazo, dos letras más han aparecido, juntas, M, U, y esos dientes afilados saliendo de la boca hermosa de la joven, la lengua acercándose a su cara. No era la bebida lo que lo dejo inconsciente, sino el terror. Gran parte de la noche ha pasado, y ahora con miedo ve formarse, con una caligrafía elegante y señorial, las últimas letras de su tatuaje. Mientras recuerda que su verdugo le dijo lo mismo justo antes de sumirlo en el sueño amnésico del Adonis idiota.

-Mefistófeles también puede tener rostro de mujer, recuerda, veinticuatro horas para tu muerte.

jueves, 6 de enero de 2011

Continúa la mala poesía

Sueños de vida, derrota y victoria

Clavos, acero, hormigón,
vivimos, morimos, jugamos, perdimos,
ley, orden, opuestos, razón,
fragmentos de vida y desazón.

Con Morfeo y libertad,
un deseo de amor, soledad,
la mente traiciona y no sabes,
no sabes controlar,
te falta algo en tu cabeza,
te faltan las llaves.

Cuenta tres, existe, ratón,
como una hormiga
que llega a tu habitación, extasiada y harta,
porque tú la pisas,
y se acabó.

Clarividencia del inframundo,
ignorancia en masa, pero
no temáis, no os culpo,
la víctima somos todos,
heridos por un pasado
que nos cortó las alas
y capó el cerebro,
qué queda más allá?
dónde no se huelen los cerdos?

Dame tu esencia y vive,
camina en la incongruencia meridiana,
observa y ríe, hay razones para mofarse
de esta existencia sin nada.

Es en los momentos de reflexión
cuando alcanzas, con suerte,
la nefasta conclusión,
sueñas y existes,
pero no alcanzas a vivir
por el miedo de la hormiga,
la pierdes por temer perder la vida.

El gemelo malvado

Los tenderos apuraban sus últimos minutos de trabajo mientras cada ama de casa conducía a sus hijos a casa. No era momento de estar en la calle, no lo era en absoluto. Conocían perfectamente la rutina, la noche de Reyes en la pérfida versión de los van Merstein, esos hermanos del diablo que a todos atemorizaban salvajemente. Gemelos de cuerpo y de mente. Los dos eran la versión malvada, y unidos se convirtieron en el azote de una pequeña aldeita muniquesa.

martes, 4 de enero de 2011

Las civia crónica

Esto es un relato fuera de la historia del simpático Néstor.


Cuando el fuego de la chimenea comenzaba a apagarse supe poco a poco, me fui dando cuenta de que la cuenta atrás llegaba a su fin. Durante un par de horas llevaba aguantando las ganas de abalanzarme sobre ella y plagar su cuerpo de caricias, caricias con la pasión, la violencia suficiente para contentarla y no dañarla, con absoluta delicadeza en caso de ser necesario. Maldito sea el impulso que al ser humano domina por completo. Durante dos amargas y felicísimas horas llevo manteniendo con ella conversaciones de increíble interés, y apenas las recuerdo.

Me interesa lo que dice, me interesa de verdad, pero en el fondo, miro sus labios de miel y solo deseo besarlos, sentir centímetro a centímetro el roce de esa fracción de piel de extrema sensibilidad, tal vez mi mano bajo su camiseta, acariciándole la espalda, sentir un escalofrío de ella, derretirme por dentro yo...Y la chimenea se queda sin fuego, no hay más leña y cuando empiece a hacer frío ella propondrá que nos vayamos. No queda alternativa.

-En mi opinión, el auténtico valor de Sartre es el modo en que-sus palabras profundamente vacías para mí- despertando nuestra conmiseración consigue darnos un impulso vital que...

-Lo siento, no puedo seguir escuchándote, hay algo que antes debo hacer...

Después de la interrupción es ahora o nunca, y tras acariciar su frente paseo mi mano por sus cabellos de un tono castaño claro tan bonito que hace daño a la vista, la vista la paseo por la eternidad de sus pupilas, y es enconces cuando, mientras acerco mi mano a su mejilla y tiro de ella con tanta suavidad que tal vez ni se de cuenta, me acerco y planto mis labios en los suyos, primero con timidez, sin saber si escapará, y ante el contacto agradable de su piel, dándome cuenta de que no escapa, tiemblo de alegría y la estrecho en un abrazo de caricias. Mi mano vaga libre por su nuca, haciéndole cosquillas y desatando la actividad de sus nervios. Y la otra sigue en su mejilla, impidiéndole escapar de la placentera sensación de saberse cobijado.

Poco a poco es ella la que toma la iniciativa, agarrando mi mano y llevándola a la cintura, y es el momento de hacer lo que tanto me gusta, acariciar la parte baja de la espalda, sintiendo la columna vertebral junto a las yemas de mis dedos, notando cómo tiembla de puro placer ante las caricias de un pobre aficionado como yo. Qué mejor momento para abandonar sus labios y besar su cuello, ese cuello pálido que lleva horas torturándome. Lo beso con cuidado, paseo mis labios y mi lengua por él consiguiendo que se retuerza de gusto, y aún solo empieza...

Capítulo 1: Así podría empezar una historia

El sonido líquido del whisky deslizándose entre los hielos fue el preludio de sus primeras oraciones. No le estaba rezando a ningún señor, simplemente, estaba frente a la pantalla brillante, cegadora de su ordenador. Alrededor el silencio y la oscuridad de una casa en la que todos duermen. Nada mejor que eso para convertirse en quien deseaba ser, aunque solo fuese de forma ficticia. La visita de su hermano no le apartó de sus pensamientos, solo fue un impás que quebró el ritmo del tecleo. Parece que el tiempo transcurre de forma extraña, como un borrón en una vida vacía. Son solo sensaciones y lo sabe, las sensaciones del que cuando está en soledad se da cuenta de hacia dónde se dirije su vida y no está orgulloso de ello.

Enciende el cigarro que previamente había liado, tiene gusto por el tabaco de liar, ya que al ser más barato le permite matarse más rápidamente, siendo la cantidad lo importante. Un nuevo trago de whisky le inspira y le hace continuar con una labor que sabe perdida de antemano. Piensa en la chica de lejos con la que se comunica y que en cierto modo le recuerda lo que no es capaz de ser. Sus ojos castaños, lejanos, son como gotas de un líquido del que desea emborracharse visualmente, y en cambio, está convencido de que pronto lo olvidará. Esa excitación sobreactuada, casi teatral, que siempre muestra con las mujeres nuevas en su vida, triste esclavo del capricho.

Parece que el tónco revitalizante empieza a hacer eecto, y ahora no desea escribir, desea vvir, es a esta tarea a la que se encomienda. Decide que antes de salir de casa lo mejor sería ponerse algo encima de los calzoncillos que dejan ver todas sus piernas de vello y palidez. El camino por el angosto pasillo de su piso le lleva más tiempo del que debería, ya que el ritmo de aquel que no desea hacer ruido es siempre más lento. Pero consigue llegar a su habitación sin escuchar ningún murmullo procedente de la de sus padres; en el fondo es solo un joven mantenido que no sabe muy bien cómo convertirse en el protagonista de su insulsa historia vital.

Como si de una serpiente se tratase repta entre los vaqueros raídos que le acompañarán en la noche más importante de su vida, irá al encuentro de la vida nocturna, tal vez sea esta la que deba darle nuesvas perspectivas a su carrera como ser humano, quién sabe, tal vez incluso folle. Esas son las preocupaciones de un joven malcriado, casi imberbe y que quiere escribir la obra maestra de todos los tiempos, obra que ni existe ni existirá, pero a la que todos debemos siempre aspirar.


Vuelve a atravesar el pasillo de los silencios rotos, y lo rompe con el crujido de la madera bajo sus pies. No es gran cosa, pero consigue este suceso que detenga su marcha un instante, con cara de haber cometido un delito imperdonable, y continúa caminando, como si se tratara de una misión a vida o muerte. No deja una nota, espera llegar a tiempo de no ver levantarse a sus padres, y así no tendrá que crear ninguna preocupación en unos progenitores que no merecen tal hijo, un desheredado de la lógica.

Su objetivo no está muy claro, pero en cuanto pone el pie en la calle ya lo tiene decidido, les cuesta mucho a los de corta edad tomar decisiones trascendentales, de eso no hay duda. No es consciente siquiera de llevar el vaso de Ballantines en sus manos, qué más dará, las explicaciones no importan, y cuando sus padres noten la desaparición habrá ya un millón de explicaciones lógicas para la desgracia. En fin...sus pasos presurosos resuenan en las calles de una ciudad desierta, es lo malo de vivir en las afueras, pero como gusta de pasear y es una persona cargada de impaciencia, no le molesta caminar largo tiempo a paso apresurado.

Las farolas son para él como guías que le mantienen en la acera, tan obnubilado está su juicio que apenas se da cuenta cuando al cruzar la calle no pasa ningún coche, debiera extrañarle que nadie le pitase ni lanzase gritos airados por su imprudencia, pero no le importa, a quién le importaría, siendo adolescente y estando en esos momentos de crisis en que el mundo parece a punto de acabarse. Por suerte para él el Sol iluminará aún muchas veces la faz de una Tierra devastada y conquistada por una especie cuyo único interés es la supremacía sobre aquellos que también buscan la supremacía, búsqueda infructuosa y patética.

El objetivo tan buscado es, nada más y nada menos que la recurrencia arbolada de un parque, lugar de encuentro, lugar de drogadicción y, por supuesto, de sucesos fortuitos de esos que marcan vidas propias y ajenas. Lo cierto es que el alcohol y la frustración eran una combinación nefasta, en este y en cualquier mundo, y debió imaginar antes de salir de casa que la relajación debería ser su objetivo, y no la exhaltación de su ser. Pero no, lo que hizo fue comenzar a correr, un trote ligero con el que sentirse a gusto, liberar las energías de las que apenas disponía pero que le estaban amargando la existencia, y así se pone a correr el joven. Le llaman Néstor, ese es su nombre, y Néstor corre entre los árboles, sin ánimo de hacer ejercicio, sin ánimo de liberar tensiones, solo corre porque lo necesita, porque siente la tentación de golpear algo y correr es una solución perfecta para ese mal.

Un mal que pronto desemboca en peor. Corriendo como se encuentra entre los árboles, de pronto desemboca el antihéroe de esta historia en el peor lugar en que podría hacerlo, delante de un miembro de esa tribu urbana conocida por todos y con una actitud verdaderamente beligerante, por si fuera poco se encuentra este en presencia de su novia.La peor idea que se le podría ocurrir a nuestro protagonista sería...

Cuando pasa junto a ellos se queda analizando..."Menudos ojazos...verdes, grandes, intensos, no sé qué estará haciendo con este matao, pero desde luego estrá mejor conmigo, sobre todo con esas razones...debería pararme? o sería bronca asegurada? no sé...creo que me pararé..." Pero no hizo falta que él se parase, pues ya recibió un claro mensaje de su viril rival.Un hombro en medio del camino y casi se cae nuestro bienamado Néstor. Ya no queda alternativa, ahora debe quedarse a mantener una metafísica conversación con el individuo en cuestión.

-Ni se te ocurra seguir mirando así a mi novia.

-Miraré a quien quiera como quiera, para eso tengo ojos.

Para aquellos que con esta sarta de estupideces estén tentados de dejar de leer, les pido por favor que lo hagan, pues escribo sobre la estupidez humana, y aunque más tarde se cargará esta historia de contenidos más profundos, no dejarán de ser tonterías dignas de un homo erectus con complejo de literato.

Volviendo a la trama de este ridículo comienzo de historia, diré que a cualquiera le avergonzaría la reacción del joven defensor de su novia, pero ante la falta de respuesta a la clarividente dialéctica de su rival, solo se le ocurre una praxis, sltar un puñetazo directamente al estómago de Néstor, que con dificultades no vomita entre los jadeos de su anterior carrera. Con la mirada cargada de furia, resiste escupir sangre contra los árboles que le rodean, y en ese plácido lugar de visita de domingueros, responde con fuerza, con un directo a la nariz del defensor de inocentes novias florero.

No recibe el golpe como le gustaría el actual agredido, y pese a que está a punto de esquivarlo, media mandíbula siente el impacto y el dolor resulta insoportable. Una gota de sangre moja su labio, y sin tiempo a reaccionar, recibe un segundo golpe. La chica, incrédula y en actitud tácita, se queda simplemente observando cómo su pareja recibe un brutal puñetazo en la nariz, y cómo sus ojos se quedan en blanco y cae al suelo.

Qué haces, qué haces, son las palabras que se escuchan, la voz aguda de la rubia que corre desconsolada a ayudar a su novío, pero al. Ver el fuego en los ojos del asaltante se para. No puede evitarlo, ese halo magnético alrededor de la mirada del joven, un encanto msterioso y violento que no puede evitar apreciar. Está junto a aquel a quien finge amar con todas sus fuerzas, pero no es capaz de reprimir cierta atracción hacia el que lo acaba de apalear.

Por la mente de Néstor, en cambio, los pensamientos que fluyen son otros, acaba de darse cuenta de a quién le acaba de pegar. No es que sea un pensamiento especialmente agradable, pero si necesario, ya que aquel al. Que acaba de golpear no es otro que el maior traficante de la ciudad, Mesías, le llaman. No son buenas noticias, en absoluto, pero...quién sabe, ya que la pierna está metida en el barro hasta el fondo, tentará más la suerte. Y se acerca a la múchacha, indefensa, sin saber qué hacer, sumida en el dilema de atender o ser atendida. Es el joven el que toma la decisión por élla, y tras asirla fuertemente por los hombros y levantarla hasta su altura, la besa profundamente en los labios. Élla se deja vesar, anonadada, sabiendo que la situación en que se encuentran es peligrosa, y lo aparta de su lado.

-Vete, vete y no vuelvas, por Díos, cambia de aspecto, pero no dejes que te maten.

Esas palabras cobran fuerza en la mente de Néstor y convierten su corazón en el de un colibrí, ya se da cuenta de lo peligroso que ha sido pegar a un hombre peligroso, joven, estúpido, pero peligroso, y ahora no le queda otro remedio, vuelve a trotar, pero esta vez no trota por liberarse, trota por su vida, debe alejarse de los grandes ojos verdes y de la sangre, o será su líquido primordial el que corra entre los árboles del parque de domingueros.

Verbas

Verde de invierno y primavera, el valle colorido y cada vez más. No está en manos de nadie, solo es una amenaza aérea, el paso del tiempo. Ruta por el bosque, el camino de tierra, con briznas de hierba aquí y allá, alguna piedra, más piedras de distintos tamaños, algunas hay que saltarlas, y de repente te rascas con las silvas, se te enganchan en los pantalones vaqueros, una telaraña al frente, sujetas entre los helechos.


El camino es en zigzag, y en cada vuelta y revuelta hay una nueva sorpresa para ti. Otra piedra, esta es grande, pero consigues subir apoyándote con la mano izquierda, y cuando te pones de pie sobre ella, lo que se presenta ante tus ojos es de una belleza indescriptible, un conjunto de robles de tu estatura, al menos mientras te mantienes sobre la roca. Ese conjunto está unos metros por debajo de ti, tras una escarpada bajada con la roca.


Por suerte la naturaleza, en su sabiduría, dejó un camino para ti, dejó una cadena de rocas cada vez menos elevadas que como unas escaleras naturales te bajan sin complicaciones junto a las bases de los árboles. Los acaricias, los acaricias como si fuese el último tacto que fueses a sentir, y el rugoso espesor del robledal se mete en tus entrañas, es como una liberación de todo el cemento que llevas ya años guardando en el interior de tu cerebro.


Verde, color de esperanza, Goethe, escritor de desesperanzas, tienen algo en común y son tu desesperanza y lo esperanzador de lo que te rodea, pero no importa, has salido del mundo y en este momento todo lo que importa es seguir caminando, más allá de los robles se encuentra el viejo río, y en el viejo río, según te dijo, ella espera. Tu amiga, tu amor, tu ser, igual que tú lo eres para ella.


En efecto, está al otro lado del río, solo hay una forma de cruzarlo y es saltar entre rocas, lo bastante grandes como para apoyar el pie, pero no mucho más, con algún resbalón y la promesa de un futuro chapuzón entre los rápidos llegas al otro lado, y allí está la libreta, el bolígrafo, toda ella cargada de verbas tuyas, mías, del mundo.

En el templo

Nunca había el asalariado visto un templo, una edificación, con tanta elegancia, inconcebible barroquismo que llevaba a cierto insano sentimiento. No puede abarcarlo todo con la vista, se siente como un niño ante su elipsis vital, apreciando cada uno de los detalles que le rodean y sin conseguir interpretarlos todos. El templo de su vida.


Ese lugar al que llega cuando cierra los ojos, el lugar en que se imagina cuando debe imaginarse en algún lugar. Cuado el psicoanalista le pide que cierre los ojos y hable, comienza la historia hablando de urnas crisoelefantinas sobre encimeras de mármol y oro, todo cargado de blanco y dorado.  Las columnas con capiteles corintios, totalmente lisas en su base. Habla también del gravado del techo, un gravado como no existe uno en el mundo, ya quisiera Rafael haber hecho un trabajo tan elaborado con la Capilla Sixtina.


Imágenes de vida y muerte, a un lado la lluvia de fuego que al otro lado combate un mar claro como la mente más pura, a un lado jinetes cabalgando caballos blancos con miradas de hielo, al otro, caballos negros, nobles como su misma existencia. No es bueno lo blanco y malo lo negro, no para el loco que ocupa nuestras palabras. Para él todo es confuso, y de ahí su barroco templo de vida.


Cuando el psicoanalista le pide que se ubique se ubica allí, puede entrar en las imágenes y estar en el bosque nocturno del cuadro en el altar. Puede por el contrario verse metido en la jungla de asfalto de la estampa que regala el mendigo en la entrada. Porque, desde luego, hay mendigos en nuestros mundos internos, son los que no dejamos entrar, aquellos a los que bloqueamos con nuestra crueldad de humanos. Como Dark le cuenta a su psiconanalista, él no puede salir del templo desde hace mucho tiempo, desde que perdió a su prometida tiene seis mil millones de personas esperando a las puertas.

lunes, 3 de enero de 2011

Una de improvisación

Seis cuerdas, dos almas hechas una, las punzadas en los oídos con cada toque feroz entre los trastes, un agudo, grave, escalas de blues. Si fuese normal estaría dentro del tiempo, pero salgo y el público parece difuminado. La chica rubia con el cigarro humeante entre los labios, sus labios carnosos. Las gafas del hombre, los ojos ocultos y una sonrisa que denota su gusto por mi blues del cadaver andantino.


El blues es mucho más que cuerdas, son más mis compañeros, los acordes de batería, inexistentes según la ley, resonantes en el mundo real, notas procedentes de tiempos mejores, de cuando Miles nos conmovía con su música, pero ya no hay nada, solo las tardes tristes de Dadó Dada que quedan atrás más desprisa de lo que llegan. Tardes tristes es nuestro dominio.


Los cigarros llueven, mis ojos hacen llover con el humo del tabaco entre el iris y la pupila. Todo se vuelve rojo como el vestido de la rubia y de su cigarro humeante entre los labios carnosos. Obsesión absoluta con sus formas, con el misterio del hombre oculto tras una marca de gafas. Y Miles que sigue acogiendo mis razonamientos, más irracionales que otra cosa, la melancolía que surge de la música improvisada.


Pura emoción de blues, a través de las pirámides y sus tetraédricas formas, no, eran triángulares...qué más da si esos ojos azules me miran entre el humo, qué más da si ella comienza a aplaudir en cuanto termino mi solo, cada punzada en los oídos sale con la mayor pasión de mi guitarra. Los compañeros me miran raro, ellos no entienden por qué estoy hoy tan animado, pero ellos no ven lo que yo, ellos no han salido del curso del tiempo.

domingo, 2 de enero de 2011

A la deriva

Este barco no avanza, llevo ya meses contemplando las montañas que se abren paso en el horizonte. Reflexionando sobre las actitudes de los que me rodean poco a poco desespero, la mar esta calma, nunca se mueve, pero el barco no avanza, no existe ancla alguna, y yo solo consigo ver las montañas. Estoy tumbado, sin asomarme por proa o popa, babor o estribor, no quiero sentir el agua en mi cara, no sé por qué subí a este barco, maldita sea, y el barco no avanza, el agua no se mueve.


Sospechoso el quieto Universo de todo cuanto maligno se pueda concebir. Si Dios existe, es si cabe más ignorante que el hombre, lo que le da un aire mellancólico de lo más atrayente, quiero que Dios exista, aunque no crea en él. No porque me saque de este maldito cascarón perdido en el océano, sino por tener la certeza de que hasta un ser tan jodidamente poderoso es más estúpido y egoísta, narcisista y desagradable que yo. Se piensan muchas cosas cuando estás perdido en medio del océano. Se piensan.


Y como por pensar nunca sacrificaron a nadie sigo pensano, parece que me estoy volviendo huraño, llevo más tiempo del que puedo recordar aquí, con mi mente como única compañía, la madera bajo la espalda, las montañas en el horizonte, demasiado cerca, pero no quiero levantar la cabeza, seguro que es una trampa de perspectivas, están demasiado lejos para nadar. Prefiero evadirme en mi mundo seguro de nadas.


Con Dios, con el hombre, recordando a los amigos y a las novias, a todos y a nadie. Ya que estoy solo me permito recordar lo peor de cada uno, los malos gestos, las manías, los egoísmos, los perdones inmerecidos, la hipocresía sincera de la amistad más feroz. Es extraño, pero no concibo la existencia sin la kafkiana soledad en el bote. Y ahora que pienso en mi amigo metamórfico tal vez la solución definitiva sea la más sencilla. Huir del miedo y afrontar que estoy en un bote. Huir del miedo y afrontar que vivo.


Me levanté, que sorpresa la mía al darme cuanta de que estaba en tierra, de que si llego a levantar la cabeza unos centímetros dejaría las montañas para observar mi casa. Nunca volveré a probar la absenta, terrible levantarse en un barco asustado para escapar y sin ganas de levantarse. Vivir, qué difícil, no?