Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

viernes, 1 de julio de 2011

Rojo en la luciérnaga. 2ª.

2:00 Domingo
Son las 6 de la madrugada, y aunque acabo de llegar a casa y estoy metido en cama, creo que no podré pegar ojo. Las cosas empiezan a retorcerse, Andrea no aparece, tiene el móvil apagado, y mi conversación con Aurora solo...me preocupa. Hay muchas cosas que no encajan, aunque lo mejor es que intente registrar las cosas tal y como ocurrieron, tengo que intentar que este diario no se convierta en un muro de las lamentaciones, solo debo registrar datos, ya que empiezo a temer que, si profundizo en los hechos de la noche de ayer, esto pasen de ser las notas de una investigación a la memoria de mis últimas horas de vida. Pero no puedo parar, en este momento, se trata ya de un asunto vital.
Mi padre, Francisco, fue hallado colgando del faro, y según parece llevaba encima, aparte de un teléfono mojado del que la policía trata de recuperar el registro de llamadas, un paquete con más de un kg de cocaína. Parece que se trata de un asunto de drogas, o al menos es lo que trataban de investigar los agentes en La Góndola.
Después de ducharme y echar una cabezada, me dirigí a O Ézaro con el objetivo de informarme y tratar de descubrir lo que la camarera sabía. No me hizo falta esperar mucho en el aparcamiento del pub hasta que Aurora salió, y en cuanto vio que me bajaba del coche se acercó a mí con cara de circunstancias.
-Creo que deberíamos hablar-dijo.
La invité a dar un paseo por la playa mientras me contaba lo que sabía, ya que allí estaríamos solos y tranquilos, sin oídos espías que pudiesen enterarse de datos que no deben conocer. Ella aceptó encantada, parecía nerviosa, como si algo en todo ese asunto estuviese fuera de control. No me había fijado antes en su aspecto, y la verdad es que es de lo más agradable. Tiene el pelo corto, moreno, los rasgos muy dulces, es como una niña, pero sus ojos no muestran inocencia o candidez, sino preocupación, nerviosismo entre el azul de los iris, entre el negro de las pupilas.
Lo primero que le pregunté es si recordaba haberme visto allí el día anterior, con mi padre, a lo que respondió que si, que evidentemente recordaba haberme visto, sino se habría negado a hablar conmigo. Definitivamente, me encuentro entre los sospechosos. Pero según le dijeron el hombre y la mujer que llevaban la investigación, no existen pruebas que puedan ayudar a condenarme, solo indicios.
-Así que os dieron información sobre la investigación-pregunté.
Ella me explicó exactamente los datos que les habían facilitado, mi padre había muerto probablemente a las 6 de la madrugada del día anterior, lo que le daba un margen de tiempo enorme para actuar después de haberse separado de mí. Le habían enseñado una fotografía del cadáver, a ella y a toda la plantilla de La Góndola, y según me contó, a diferencia de lo que en un principio habían creído, no estaba enganchado a cierta altura del faro, había sido arrojado desde la parte más alta, atado su cuello con un hilo de acero muy fino, muy difícil de ver en primera instancia, pero que cuando llevaron a cabo un registro del lugar se mostró claramente.
La causa de la muerte, mi padre se rompió el cuello en la caída, y al estar sujeto por un hilo fino, se había cortado el cuello, con lo que la escena, al parecer, era sangrienta. Dante estaría orgulloso, y para las fuerzas del orden es evidente que la muerte de Francisco no es sino una señal de aviso para alguien. Es la forma de la muerte, el arma homicida, lo que los incita a dudar de mi culpabilidad, les parece que semejante grado de violencia y planificación no encaja con un hijo matando a su padre. Me entraron arcadas solo de pensar que alguien me creyese capaz de semejante crueldad.
-Supongo que si estás aquí, Aurora, es porque no crees que lo haya matado...pero lo cierto es que apenas recuerdo lo que hice anoche.
Entonces ella me explicó lo que había visto, mi padre y yo discutimos, según parece, yo le decía que no podía hacer algo así, menos en solitario, que necesitaba compañía, era una investigación importante. Apenas captó más de la conversación, mi confidente, pero interesada por lo acalorado de nuestra charla, se fijó en las reacciones de mi padre cuando yo fui al baño, y a parte de mirar constantemente a su alrededor, como si buscase a alguien entre la multitud, le pareció que hacía algo con mi copa.
Tal vez mi padre fuese el que provocó que mi noche esté tan borrosa, tal vez no quería hacerme partícipe de lo que ocurriría esa noche, tengo la esperanza de que fuese una forma de protegerme, no de esconderse de mí. Lo cierto es que, sea por esperanza o por lógica, empiezo a pensar que mi padre sabía que iba a morir anoche, y eso me hace sentir todavía más la necesidad de desvelar la auténtica historia de su fallecimiento.
-¿Hubo algún cliente al que mi padre observase con especial celo?-podría encontrar entre ellos a algún espía, a alguien que supiese más de lo que había ocurrido esa noche.
Por desgracia, Aurora apenas recordaba algunos rasgos de un hombre sospechoso sentado a pocas mesas de distancia de mi padre y de mí, un hombre que se escondía detrás de Las flores del mal de Baudelaire, y que sonreía para sí mismo con cada subida de tono en mi discusión con Fran. Ese hombre tenía el pelo rapado, sonrisa felina, los ojos ligeramente rasgados, tal vez signo de ascendencia oriental, o tal vez solo unos rasgos ligeramente fuera de lo común. Por si acaso, y ya que el hombre no parecía ser, ni mucho menos, un nativo de la zona, decidí que acudiría al motel de Carnota a preguntar por algún hombre con sus características. Es el lugar más discreto en el que alojarse por la zona, y eso le situaría un refugio a unos poco km del lugar en que fue hallado mi padre.
Mi mente empieza a funcionar mejor, siento que el dolor está aparcado en algún lugar, que no tengo derecho a sentirlo hasta que haya cumplido mi último favor a la memoria de mi padre, el favor de hacer saber al mundo cómo muere un miembro de las fuerzas del orden, tal vez el orgullo de saber que murió combatiendo algún tipo de crimen. Espero no equivocarme, espero que no fuese un negocio relacionado con la cocaína lo que lo mató.
Me despedí de Aurora con su número de teléfono anotado, con lágrimas en sus ojos y pugnando por salir de los míos, me conmovió su forma de sufrir por mi pérdida, y su promesa de ayudarme en la medida de lo posible me alegró, aunque con qué cara le pediré ayuda con algo tan serio cuando apenas nos conocemos...supongo que sus palabras eran de simple cortesía, supongo que en el fondo, aunque vivamos en un mundo hostil, podemos seguir teniendo esperanza en la empatía del género humano.
Adiós, mundo cruel, me temo que ya me vence el sueño, mañana será otro día, el día en que seguiré buscando a Andrea, comienzo a estar preocupado, es raro que no dé señales de vida, y aunque tal vez no atravesemos nuestro mejor momento, espero que esté bien. También espero, con todas mis fuerzas, encontrar a ese hombre de rasgos asiáticos, y más le vale contarme todo lo que sabe, o las cosas se van a poner muy serias.

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