Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

lunes, 10 de enero de 2011

Capítulo 3: El gran teatro de la noche

Crítico, es crítico y lo sabe, ya ha visto demasiadas películas como para no serlo. Se siente como tal y le gusta, le agrada saberse crítico. El es Simón, ángel nocturno, vida anónima pero que debiera ser conocida. Admirador de un tal David que con lo onírico convierte sus filmes en un arte diferente. Conocedor de todos los detalles del cine moderno, pero no le gusta presumir. Un mundo interno vasto, lóbrego, cándido y perverso, de desmesurada rebeldía contra todo. Lo que es lo mismo, un mundo soberbio e inútil. Pero para qué joven de veinte años no es inútil el pensamiento pasional.

Está volviendo a casa, después de pasar or el dadaísta club de jazz. Le gusta ir solo, le gusta sentirse diferente por estar solo y disfrutar de la música, sentir la música con los ojos cerrados mientras se lleva la cerveza a los labios y la deja transitar por la garganta etílica. No es más ni menos que nadie, pero con ese ritual de excentricidad se siente a gusto. No es esto lo que importa ahora, lo que importa es que camina en solitario de noche. Observando lo que para él es el gran teatro de la noche, no tan agradable ni completo como una de sus bienamadas películas, pero si interesante. Lo suficiente como para convertir el camino de regreso a casa en algo entretenido.

Las faroles le parecen casi enviadas especiales para convertir las calles en avenidas, para convertir los paseos en desfiles militares, es por eso que se enorgullece de otra de sus extravagancias, caminar pasando cada farola por un lado, un zig zag que en cierto modo le convierte en uno de los actores principales de la obra en cada noche. Ese personaje que aparece como venido de ninguna parte e introduce un toque de encanto en los filmes que le gusta ver. El personaje admirable y desconocido.

Por eso está enfadado esta noche, porque es otro el que ocupa ese papel. Es otro el que trata de parecer más extravagante, más trascendental que él. Lo ve desde lejos, sus andares apresurados, nerviosos, dignos del personaje de una novela de Stephen King, como perseguido por un payaso de malicia sin límites. A medida que se acerca comienza a adivinar sus facciones, el pelo corto y negro, los ojos oscuros, la mirada perdida, el miedo en el rostro, los labios temblando, las manos ensangrentadas, un momento.

-Tienes las manos ensangrentadas!- inconsciente, la peor decisión si ves a alguien manchado de sangre, hacérselo notar.

De repente los ojos perdidos se encuentran en la noche, y mientras Gabriel oberva a Simón parece despreciarlo, lo desprecia por no conocer su sufrimiento, sus pesares. Para Simón eso es dramático, cómo puede despreciarlo! Ahora lo tiene claro, ese chico no es el personaje estravagante, es el protagonista, con su altanería, con su forma de comportarse cargada de ignorancia, como si no fuese consciente del papel que le toca desarrollar.

-No me había dado cuenta- se mofa, y es en ese momento cuando Simón se da cuenta de que no podrá sentir simpatía por ese chico, jamás.

-Me preocupo-replica-, deberías agradecerlo en un momento como este.

-Tienes curiosidad, eso no es lo mismo que preocuparse, quieres saber por qué tengo sangre en mis manos, morboso, hijo del cotilleo, y tal vez sea mejor para ti no saberlo- le tiembla la voz al hablar, a Gabriel, delatando así su miedo, dejando constancia de que no está sino mintiendo, de que su fuerte carácter no es sino una máscara de que está perdido y sin saber que hacer.

-Necesitas ayuda?

-Acabo de pegarle al Mesías.

La música para esa escena debería salir de Psicosis, de Hitchcock, y el guionista debería, probablemente, suicidarse, qué tópico, qué problema tan común y trivial, pegarle a chico más duro del pueblo. Hasta Clint Eastwood podría haber protagonizado una historia así antes de convertirse en un genio del cine dramático y consignificado.

-Necesitas esconderte, y yo vivo solo, sé quién podría ayudarte, mi tío, mañana te lo presentaré.

Gabriel se derrumba entonces, y con un deje de desesperación asiente y grita atemorizado que no quiere volver a su casa, no quiere guiar al Mesías hasta sus padres. Sin una simple nota, ahora debe vivir habiendo dado semejante susto a los que le regalaran la vida.

Para Simón, todo había girado ciento ochenta grados, y el gran teatro de la noche se convierte en el gran largometraje de su vida, qué ironía vivir en tercera persona lo que más emocionante podría hacer la vida en primera, peculiaridades de un ser humano que parece no darse cuenta de por qué camino transita hasta que ve a otra persona transitar por él.

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