Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

domingo, 2 de enero de 2011

A la deriva

Este barco no avanza, llevo ya meses contemplando las montañas que se abren paso en el horizonte. Reflexionando sobre las actitudes de los que me rodean poco a poco desespero, la mar esta calma, nunca se mueve, pero el barco no avanza, no existe ancla alguna, y yo solo consigo ver las montañas. Estoy tumbado, sin asomarme por proa o popa, babor o estribor, no quiero sentir el agua en mi cara, no sé por qué subí a este barco, maldita sea, y el barco no avanza, el agua no se mueve.


Sospechoso el quieto Universo de todo cuanto maligno se pueda concebir. Si Dios existe, es si cabe más ignorante que el hombre, lo que le da un aire mellancólico de lo más atrayente, quiero que Dios exista, aunque no crea en él. No porque me saque de este maldito cascarón perdido en el océano, sino por tener la certeza de que hasta un ser tan jodidamente poderoso es más estúpido y egoísta, narcisista y desagradable que yo. Se piensan muchas cosas cuando estás perdido en medio del océano. Se piensan.


Y como por pensar nunca sacrificaron a nadie sigo pensano, parece que me estoy volviendo huraño, llevo más tiempo del que puedo recordar aquí, con mi mente como única compañía, la madera bajo la espalda, las montañas en el horizonte, demasiado cerca, pero no quiero levantar la cabeza, seguro que es una trampa de perspectivas, están demasiado lejos para nadar. Prefiero evadirme en mi mundo seguro de nadas.


Con Dios, con el hombre, recordando a los amigos y a las novias, a todos y a nadie. Ya que estoy solo me permito recordar lo peor de cada uno, los malos gestos, las manías, los egoísmos, los perdones inmerecidos, la hipocresía sincera de la amistad más feroz. Es extraño, pero no concibo la existencia sin la kafkiana soledad en el bote. Y ahora que pienso en mi amigo metamórfico tal vez la solución definitiva sea la más sencilla. Huir del miedo y afrontar que estoy en un bote. Huir del miedo y afrontar que vivo.


Me levanté, que sorpresa la mía al darme cuanta de que estaba en tierra, de que si llego a levantar la cabeza unos centímetros dejaría las montañas para observar mi casa. Nunca volveré a probar la absenta, terrible levantarse en un barco asustado para escapar y sin ganas de levantarse. Vivir, qué difícil, no?

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