Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

viernes, 7 de enero de 2011

Perversión encantadora.

De agua, el sonido es de agua contra roca. No es como nada que haya escuchado antes, Gabriel abre los ojos. El cielo ante él, un marco inmenso formado por árboles y a lo lejos el celeste eterno. Quién iba a decir que el cielo no tiene en realidad color, es todo luz, la luz manipuladora de realidades. Y hablando de realidades, cuál es la realidad de Gabriel? No lo sabe. Se levanta...le duele la cabeza. Cuando se da cuenta de que está sobre una roca no reacciona. Normal ese sonido despertador de agua. Las últimas veinticuatro horas se le han olvidado. No sabe por qué. Recuerda levantarse, recuerda ir al trabajo...

Se encuentra en medio de un lago en medio de un bosque, alejado del bosque por el agua y de su vida por el bosque y una amnesia incomprensible. El Sol matinal no lo ilumina directamente y lo agradece. Ante él, la furia turbulenta de una catarata, las aguas a su alrededor se muestran turbias, como tratando de ocultar el fondo, siguiendo la corriente que camina hacia ningún lugar. Parece un lago salido de la pesadilla de un demente. Se lleva la mano a la cara, y en el trayecto ve entre sus musculadas formas un tatuaje. 24 horas.

Qué significa es un misterio para él, pero si de algo está seguro es de que quedándose quieto no conseguirá nada en absoluto. Desde la espesura alguien lo observa. Es la demente de cuya pesadilla salió ese lago. Con un vestido amarillo confundiéndose con la melena áurea, tiene lña mano dentro de la corta falda. El brazo se mueve en espasmos incontrolables, la excitación en sus ojos enormes asustaría a cualquiera, y en cambio esa demencia descontrolada y perversa es atractiva. Gabriel observa su brazo, y la luz hace que se muestren las formas de su extremidad esculpida en el gimnasio. La cara de desconcierto la excita más si cabe, y ella dirige la otra mano bajo su falda, creando un coro de caricias que la transporta a más de un éxtasis simultáneo, el erotismo de lo absurdo su sueño.

En su confusión, no puede hacer más que saltar al agua, salta de pie, con miedo a que entre las turbias aguas alguna piedra afilada pueda perforar su cráneo si lo hace de otra forma. Gabriel está asustado, y ya no confía tanto en su espléndida forma física, no conoce el lugar en que se encuentra. Por suerte para él, hidratar su piel, el roce de cada partícula de agua con cada uno de sus poros es una bendición sin límites, y con los ojos cerrados sale a la superficie, la corriente no es tan fuerte como parecía, y nada con fuerza hacia la orilla, aún fascinado por la furia de la cascada. Sus músculos vencen a la corriente y pronto llega a la orilla. Sale del agua y se quita la camiseta.

Mira sus abdominales con orgullo y arroja la camiseta al suelo. Ahora recuerda algo...cuando deja de recordar, era aún de noche, su amanecer temprano para acudir a una entrevista de trabajo. Aquella mujer que parecía controlar totalmente la situación, que con sus ojos rojizos y su melena rubia se adelantaba a sus pensamientos le ofreciera una copa de whisky. Seguro que ella le había envenenado. No, no era una entrevista de trabajo, era una de sus conquistas. Da igual. Comienza a caminar entre el bosque, y al otro lado del lago, solo quedan los restos en el suelo de la fugaz pasión del diablo hecho mujer. Flujo de placer.

Como si de un héroe griego de tratase, Gabriel se lanza a la carrera, su físico privilegiado le proporcionará una rápida salida del bosque, es eso lo que él cree, y por ello no se guarda energías. Las ramas, las hojas, borrones fugaces policromados. Los troncos, apenas obstaculos que esquivar con saltos felinos. Durante el camino se entretiene el Adonis actual recordando sus múltiples conquistas, cómo cada una de las mujeres con las que estuvo le suplicaron que no las abandonase, con su inagotable encanto.

Ya pasó el mediodía y él sigue corriendo, es como si en ese bosque no existiese el cansancio, ni la salida. Extraño, él mismo se sorprende de su resistencia, ya que nunca había corrido tanto tiempo seguido, y comienza a asustarse por la ausencia de un linde en ese bosque eterno. Entonces vuelve a llegar a un lugar conocido. Entre las ramas que antes esquivaba como un Aquiles de pacotilla, ahora vislumbra un lago, apenas escucha ya el ruido del agua al caer. A medida que se acerca se va dando cuenta de que se trata del mismo lugar en el que despertó. Probablemente, en su desconocimiento de cualquier proceso para orientarse en esas condiciones, había corrido en círculos. La simple idea le deprime y cansa. Pero lo que más chocado le deja es el hecho de que la cascada parece llevar mucha menos agua, y al contactar el rayo de sus pupilas con el agua escasa, las energías flaquean. Sus piernas se quedan sin fuerzas y cae de rodillas. Ya han pasado muchas horas, horas pasadas entre la soberbia de sus conquistas, los recuerdos que ya comienzan a abandonar su mente, sustituidos por el miedo.

Mira su brazo derecho, con el tatuaje, el brazo parece menos fuerte, parece que hayan pasado meses y que ningún alimento o ejercicio le hubiese afectado.Pero no es eso lo que más inquieta a Gabriel. Al lado de veinticuatro horas ha aparecido otra palabra. Confusión. Nadie pudo hacerlo, no existen los tatuajes con efectos retardados. Para tu. Eso es lo que se ha añadido. Veinticuatro horas para tu...Qué más, ahora es la inquietud, la curiosidad, ya no sabe qué pensar o sentir, y con el desentreno al que siempre sometió a sus neuronas, entre esos pensamientos pasa ya demasiado tiempo, empieza a anochecer. Está sin camiseta. El frío ya se nota.

Junto al lago sigue, sin poder reaccionar, nunca se viera en unas circunstancias iguales, ni su sonrisa ni sus facciones hermosas, ni siquiera sus dotes de encantador de serpientes le sirven en ausencia de alguien de quien aprovecharse. Tiene sueño, y miedo, no sabe si podrá moverse ya. El frío le agarrota los músculos, y una sonrisa del pasado viene a su cabeza. Esa mujer a la que trataba de engañar, esa rubia del vestido amarillo. Ella...le había dicho algo, sí, ahora comenzaba a recordar. Ya es de noche, se dice, pero ahora lo solucionaré. Echa de menos su camiseta, por qué se la quitaría...la arrogancia.

Un grito desgarra el bosque, acaba de llegar a su mente una imagen. Unos dientes afilados y una lengua bífida. En su brazo, dos letras más han aparecido, juntas, M, U, y esos dientes afilados saliendo de la boca hermosa de la joven, la lengua acercándose a su cara. No era la bebida lo que lo dejo inconsciente, sino el terror. Gran parte de la noche ha pasado, y ahora con miedo ve formarse, con una caligrafía elegante y señorial, las últimas letras de su tatuaje. Mientras recuerda que su verdugo le dijo lo mismo justo antes de sumirlo en el sueño amnésico del Adonis idiota.

-Mefistófeles también puede tener rostro de mujer, recuerda, veinticuatro horas para tu muerte.

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