Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

lunes, 3 de enero de 2011

Una de improvisación

Seis cuerdas, dos almas hechas una, las punzadas en los oídos con cada toque feroz entre los trastes, un agudo, grave, escalas de blues. Si fuese normal estaría dentro del tiempo, pero salgo y el público parece difuminado. La chica rubia con el cigarro humeante entre los labios, sus labios carnosos. Las gafas del hombre, los ojos ocultos y una sonrisa que denota su gusto por mi blues del cadaver andantino.


El blues es mucho más que cuerdas, son más mis compañeros, los acordes de batería, inexistentes según la ley, resonantes en el mundo real, notas procedentes de tiempos mejores, de cuando Miles nos conmovía con su música, pero ya no hay nada, solo las tardes tristes de Dadó Dada que quedan atrás más desprisa de lo que llegan. Tardes tristes es nuestro dominio.


Los cigarros llueven, mis ojos hacen llover con el humo del tabaco entre el iris y la pupila. Todo se vuelve rojo como el vestido de la rubia y de su cigarro humeante entre los labios carnosos. Obsesión absoluta con sus formas, con el misterio del hombre oculto tras una marca de gafas. Y Miles que sigue acogiendo mis razonamientos, más irracionales que otra cosa, la melancolía que surge de la música improvisada.


Pura emoción de blues, a través de las pirámides y sus tetraédricas formas, no, eran triángulares...qué más da si esos ojos azules me miran entre el humo, qué más da si ella comienza a aplaudir en cuanto termino mi solo, cada punzada en los oídos sale con la mayor pasión de mi guitarra. Los compañeros me miran raro, ellos no entienden por qué estoy hoy tan animado, pero ellos no ven lo que yo, ellos no han salido del curso del tiempo.

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