Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

martes, 11 de enero de 2011

Capítulo 4: Despertar y concienciazión

La casa de ese tal Simón parece un buen lugar dónde despertar. Gabriel reflexiona sobre todo lo ocurrido la noche anterior, terrible balance, el teléfono cargado de llamadas y mensajes de unos padres preocupados, las udas sobre llamar y explicar u ocultar y preocupar son realmente significativas. Las explicaciones pueden llegar a resultar complicadas. Podría haber puesto la vida de todos en peligro por beber demasiado whisky, y por comportarme de forma violenta, pero no os preocupéis, padres. Es absurdo el simple hecho de pensarlo.

Mira hacia arriba y lo que observa lo inquieta, no es nada, solo un poster de Predator, el clásico de ese tal Chuache, pero la visión de la  criatura resulta inquietante al despertar. Menudo bicho raro este Simón, piensa para sí mismo, todo el camino hablando del hurto de protagonismo, de sutiles ritmos de jazz en el fluir de la vida. Para Gabriel el chino sería más comprensible que la paranoia constante de ese soberbio e ignorante cinéfilo. Pero prometió presentarle a su ángel de la guarda, un hombre sabio y cabal, tal vez él supiese lo que hacer, pero por supuesto no confía demasiado en los consejos de un desconocido que sin problemas le invita a su casa, podría ser un pervertido, quién sabe, al menos sigue vivo.

Son más de las dos del mediodía, y abe la puerta de la habitación con una mezcla entre curiosidad y temor. Todas las paredes están cubiertas de pósters, la monstruosa figura del hombre elefant, uno de un videojuego famoso pero que no ha probado, y hasta hay de varios grupos de metal atmosférico norirlandeses. Poco importan los detalles, y se encomienda a la bondad desinteresada de su anfitrión. El chirrido de lapuerta al abrirse le hace ser consciente de que no pasará desapercibido. Piso clásico de estudiante, pasillo oscuro, la habitación se encontraba al fondo, y recuerda que para llegar al salón, donde espera encontrar a Simón, solo debe seguir recto. No es difícil orientarse en ese piso de dos ocupado por uno solo. Mi compañero está sacando el carné de conducir, no vino esta semana, recuerda las palabras.

Las puertas cerradas no le inspiran la menor curiosidad, solo quiere llegar al salón, conocer cual será su siguiente paso. Por momentos se plantea la posibilidad de estar exagerando. Pero probablemente sea solo que quiere encontrar esperanzas donde no las hay. El Mesías es demasiado influyente,demasiado. Para él no es sencillo acercar los pensamientos a determinados temas, qué fácil habría resultado quedarse en casa, con su incapacidad absoluta para escribir, con su cubata de qhisky, ahora lo recuerda, estrellado contra un árbol, la botella, de sus padres, fuera del mueble-bar, las luces encendidas y la cama vacía, tarde o temprano tendrá que rendir cuentas...mejor cambiar de tema. A Baudelaire no le exigían explicaciones tras sus desmanes.

Se escuchan voces tras la puerta de caoba, no es más que una sensación, pero el nerviosismo le invade mientras gira el pomo, circular como hacía tiempo que no veía uno. Las voces se paran. Parece que el día es tenso para todos. Según Simón su compañero no aparecería, así que debía tratarse de otra persona, además, esa voz parece más adulta qu la de un estudiante, el tempo de las palabras más pausado. La puerta ya está abierta, y al fin contempla el cuadro completo. El salón, con la puerta de la calle abierta, al otro extremo, y su benefactor dando labienvenida a un hombre de panza abundante, a un hombre con bigote y que sonríe con extrañeza. Los dos le observan ahora. Simón cierra la puerta tras la espalda de su tío, o eso supone Gabriel.

-Así que este es el famoso Gabriel. Veo que tienes el aspecto que mi sobrino me describía, un león rodeado de plantas carnívoras. No me creo que hayas sido o seas escritor, pero si que tienes fuerza de carácter.

-Veo que Simón le ha informado en exceso. No soy más que lo que tiene delante, con palabras en papel o sin ellas, soy un joven condenado.

.Y yo soy el que con todas sus fuerzas tratará de ayudarte, si vuelves a tutearme te lanzaré a las plantas, pero si me tratas con confianza tal vez puedas sacar algo en limpio, para algo soy catedrático de literatura, vivo más fuera de la realidad que la mayoría de los profesores, y en cambio más dentro que cualquiera que no haya leído un verso de Góngora.

Ramiro, pues ese es el nombre del erudito, es consciente de la ignorancia plasmada en sus palabras, utilizando a Góngora como representante de realidades, y se complace al ver la mirada de acusación procedente de su interlocutor. Le explica el motivo de su desliz, y tras explicarle esa prueba de infancia, pasa a comunicarle que aunque se considere un pensador diferente, no le ayudará si no pone en conocimiento de sus padres su situación. Él es padre y sabe lo que es morir por la seguridad de un hijo. La mirada de Simón cuando su tío pronuncia esas palabras es significativa, y Gabriel, curioso, se abstiene de preguntar la causa.

Es, pues, el momento de llamar a sus padres para aquel que quería evitarlo a toda costa, el momento de tragar con lo desagradable para tratar de vislumbrar una luz al final del túnel, túnel oscuro, por otra parte. Comienza, pues, la odisea del mentiroso que afirma encontrarse en un viaje en Madrid, para solucionar un problema personal de una amiga que acaba de perder a su madre. La historia de la agresión al Mesías es plato de gusto para Ramiro, que con premura reflexiona, y se le ocurre pensar en alguien que podría sacar gran provecho de la personalidad impulsiva del guerrillero de los narcotraficantes.

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