Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

sábado, 22 de enero de 2011

Capítulo 2: Los acólitos del rey Kai

Son los años 30, la absenta corre por las gargantas de los parisinos, aún no han nacido los dioses de la muerte del rey Kai, pero sus predecesores se emborrachan con pasión, se emborrachan sin darse cuenta de que dejan pasar los minutos de una vida regalada por el algo. Pero emborrachándose con absenta son capaces de darse cuenta de asuntos maravillosos, el hada verde es capaz de revelar la verdad, y convertir en arte ser un dios de la muerte, convertir en arte ser un dios creador sin talento.
Y no son pocos en el arrabal de París los que se consideran dioses creadores sin talento, por eso sus muchas calles son como un viaje guiado por la inmundicia del ego roto y marchitado.
Un escenario distinto para una historia distinta y mucho más dramática. La historia del hombre rubio que camina entre humo verde. La historia del hombre de ojos azules que siente aún la pérdida del pasado en sus carnes. Lleva ya horas enteras buscando una galería que no parece existir. Allí debería encontrarse la única persona en el mundo que puede ayudarle, aunque ni él mismo sabe cómo, lo que las ánimas se llevan con ellas debe quedarse, y debería ser lo mismo en ese caso, pero no si él lo puede evitar.
Es difícil agarrar a los que amas cuando es la mano del destino la que trata de llevárselos con inmenso afán destructivo. En la gran ciudad gallega por excelencia, en Argenta, las leyendas de la Santa Compaña son numerosas, y tal vez no tienen un fondo tan irreal como los escépticos jurarían.
-Disculpe, caballero.
Le habla el rubio de ojos azules a quien no debería, lleva levita ese desconocido, y también chalina, un cuaderno y pluma, parece escribir sobre la belleza de la inmundicia, y en realidad no hace más que cuentas de los botines robados a idiotas imprudentes. La noche parisina es peligrosa, más si hablas a quien no debes sin saberlo. Sonrisa de oro y no por bonita, sino por valiosa, mezquina mirada y nariz de águila entre las águilas.
-Dígame, amable joven...
Queda en el aire la conversación, de repente el rubio se da cuenta de que no es tal elegante escritor aquel con el que habla, de que su alma es en realidad mezquina, se da cuenta, pues, de que tal vez se mete en una situación complicada. Mira a un lado y a otro con la esperanza de encontrar una vía de escape, como un dios de la huida en este mundo de deidades venidas a menos. Se comporta como si no pudiese llegar a hacerlo, casi resignado, y de repente actúan los dos. El más rápido y con menos escrúpulos ganará.
Héroe de leyenda y con escrúpulos, el hombre de ojos azules consigue golpear con su puño derecho el rostro del oponente, pero mientras tanto, la sonrisa dorada tiene un filo en su palma. Juega con él, como si el golpe no doliese, juega y sonría con brillos áureos. Pero al hombre rubio no le interesa lo áureo, sino lo argénteo, eso es lo que importa de verdad, sus amigos argénteos.
Sabe que debe sobrevivir sabe que debe sobrevivir, carrera, tropieza, luz en el suelo, filo volando, roza la oreja y llega a la esquina, gira y está casi a salvo, delante una galería y detrás gritos, odio e impotencia, lucha maniquea por llegar a una salvación o no dar opción a nadie a llegar a ella. Lo que tiene delante es la galería que buscaba, la Des Chances.
En teoría en su interior debería descubrir un dato fundamental e inesperado sobre su búsqueda. Es un lugar de ritos sin nombre, por lo que le dijeron, un lugar en que las cosas más repugnantes y asombrosas pueden ocurrir. La magia en el mundo existe, pero no como algo atemporal, la magia es secular e irreversible, recuerden la irreversibilidad de la magia, pues si alguien la utiliza en ustedes, ya no habrá salvación.
Las paredes a los lados de piedra enmohecida, y al frente unas escaleras descendentes, brillo carmesí como si se tratase del infierno no de Dante, aunque si con espectáculos dantescos. Encima del camino, una señal acongojante, una señal de letras rojas y negras que más parecía el anuncio de algún ser diablesco y maligno que del único medio de salvación del alma de los viejos compañeros de fatigas.
Entra corriendo el heroico escapista, y quién le perseguía con la mirada colmada de odio queda fuera, como si el mal de ese camino descendente fuese demasiado con lo que lidiar, siendo solo un esbirro de la maleficencia. Decepción en el rostro y rabia en los puños cerrados sobre la navaja, gotas de sangre desparramándose por el suelo, su sangre, que parece ácido y casi deshace los adoquines bajo sus pies.
Y como si caminase entre llamas baja escalón por escalón el representante del bien en esta empresa, atraviesa lo que podría ser la oscura guarida de un dragón, hay, de hecho, una dama en apuros, y otro caballero, pero no están custodiados por el dragón, sino que es este el que guarda la fórmula secreta gracias a la cual poder salvarlos.
Baja y baja, sumiéndose en las dudas, tal vez esas escaleras no tengan un final, es como si hubiese estado una década buscando algo que ni siquiera existe. Y la solución aparece ante él. Un rellano. Es como un tablero de ajedrez, marfil y carbón unidos, el suelo brilla, pero cuando llega se da cuenta de que brilla de forma siniestra y no majestuosa. Hay antorchas en las paredes de piedra irregular, como si un rico mecenas hubiese gastado el presupuesto al montar el suelo y el resto quedase en nada.
Como si de un vestíbulo gigantesco se tratara lo atravesó el hombre de lado a lado. Al fondo solo una puerta, cerrada, de madera vieja y carcomida. Parece que se va a deshacer al contacto, y también parece la entrada a algún tipo de oráculo ancestral. Es una estampa digna de la antigua Grecia, y nada amedrenta al caballero.
Echa la mano a la puerta y la abre, apenas pesa pero si cruje intensamente y se mueve con lentitud. Se desvela una estancia de misticismo. En el centro una hoguera de fuego negro que no despide humo, las paredes plagadas de grabados con figuras inconcebibles. Mantas a los lados, por el suelo, sin orden ni sentido, y en frente de la puerta la figura diminuta de una anciana arrugada, oculta casi totalmente por una túnica de muchos colores.
-Te esperaba, Caín-solo se veía su boca, pequeña y deformada, bajo la capucha de la túnica.
-No me llamo Caín, me llamo Héctor.
Y se ríe la anciana, con gesto mefistofélico, conocedora de las palabras exactas que decir para encandilar a ese Héctor que poco tiene que ver con el troyano homónimo.
-Disculpa que te llame de ese modo, pero te asemejas a él...si él fue el teórico primer asesino, tú eres el primero que escapa, gracias al sacrificio de sus amigos, de las largas cadenas del rey Kai. Eres el primero en hacer algo vil, el primero, espero, de pocos, pero te arrepientes y buscas una solución, ¿no es cierto, Héctor?
-Así es...no pude hacer nada, me quedé totalmente paralizado cuando todo aquello ocurrió, y al no saber reaccionar solo conseguí que mis amigos quedasen atrapados entre esa especie de ejército fantasmal.
-Tranquilo, ellos no sufren, simplemente...son por la etenidad prisioneros de sus más importantes recuerdos, ¿se amaban?
-Totalmente...
Una cara de profundo dolor se marca en Héctor, que parece no poder aceptar algo en el hecho de que los amigos perdidos se amasen. El brillo de los celos pasa por sus ojos de forma fugaz y desaparece con la llegada de la tristeza.
-Probablemente se estén conociendo una vez y otra, atrapados en lo que más importante les parece, ellos mismos. No es exactamente un castigo terrible, pero merecen una liberación, nunca podrán ser libres de verdad si siguen vagando por el mundo como espíritus omnisapientes e ignorantes...
-Por favor, tiene que haber alguna forma de liberarlos...ni siquiera sé si lo que ocurrió aquella noche fue de verdad.
-Ocurrió de verdad, no lo dudes, pero tiene solución, como todo en esta vida...es complicado, pero...¿estás dispuesto a todo por conseguir la salvación de sus almas?, ¿darías tu vida porque ellos consigan pasar al otro lado?
-No lo dudaría ni por un instante.
-Estaba preparada para escuchar esas palabras.
En ese mismo instante, la anciana se desembaraza de la túnica con un rápido movimiento, debajo guarda en la mano un puñal. Puñal ancestral de origen azteca, con la punta curvada de forma ondeante, dorada; puñal que atraviesa a Héctor la garganta. Siente él cómo la vida se le escapa, y se siente ridículo, fue engañado, consiguió escapar del peligro de las calles de París, de su arrabal, para caer víctima de una anciana en el lugar que buscaba. Su vida se escapa a grandes pasos, y no parece que haya solución posible.
Los ojos se cierran poco a poco y la consciencia, la conciencia, desaparecen, se da cuenta de que tal vez dedicó su vida a una búsqueda estúpida, una búsqueda en cierto modo hipócrita, los buscaba porque tenía que buscarlos, pero se pregunta al morir si realmente desea buscarlos, si merece la pena morir por ellos...por desgracia para él, la respuesta es sí.
Y despierta de nuevo.

1 comentario:

  1. Andas poco creativo eso parece :P jaja
    Yo sigo haciendo cosillas, pero no pueden subirse al blog, así que empezaré a tirar de material viejo para actualizar...
    Suerte si intentas sacar una historia del dibujo de la perspectiva XD

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