Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

martes, 4 de enero de 2011

Verbas

Verde de invierno y primavera, el valle colorido y cada vez más. No está en manos de nadie, solo es una amenaza aérea, el paso del tiempo. Ruta por el bosque, el camino de tierra, con briznas de hierba aquí y allá, alguna piedra, más piedras de distintos tamaños, algunas hay que saltarlas, y de repente te rascas con las silvas, se te enganchan en los pantalones vaqueros, una telaraña al frente, sujetas entre los helechos.


El camino es en zigzag, y en cada vuelta y revuelta hay una nueva sorpresa para ti. Otra piedra, esta es grande, pero consigues subir apoyándote con la mano izquierda, y cuando te pones de pie sobre ella, lo que se presenta ante tus ojos es de una belleza indescriptible, un conjunto de robles de tu estatura, al menos mientras te mantienes sobre la roca. Ese conjunto está unos metros por debajo de ti, tras una escarpada bajada con la roca.


Por suerte la naturaleza, en su sabiduría, dejó un camino para ti, dejó una cadena de rocas cada vez menos elevadas que como unas escaleras naturales te bajan sin complicaciones junto a las bases de los árboles. Los acaricias, los acaricias como si fuese el último tacto que fueses a sentir, y el rugoso espesor del robledal se mete en tus entrañas, es como una liberación de todo el cemento que llevas ya años guardando en el interior de tu cerebro.


Verde, color de esperanza, Goethe, escritor de desesperanzas, tienen algo en común y son tu desesperanza y lo esperanzador de lo que te rodea, pero no importa, has salido del mundo y en este momento todo lo que importa es seguir caminando, más allá de los robles se encuentra el viejo río, y en el viejo río, según te dijo, ella espera. Tu amiga, tu amor, tu ser, igual que tú lo eres para ella.


En efecto, está al otro lado del río, solo hay una forma de cruzarlo y es saltar entre rocas, lo bastante grandes como para apoyar el pie, pero no mucho más, con algún resbalón y la promesa de un futuro chapuzón entre los rápidos llegas al otro lado, y allí está la libreta, el bolígrafo, toda ella cargada de verbas tuyas, mías, del mundo.

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