Estáis ante un pequeño rincón que trata de ser literario, aunque a día de hoy sea difícil trazar la línea entre la basura y la literatura, es vuestro el deber de juzgar

sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo 5: Liberación del mundo

Se sintió fascinado al mismo momento de verla, como si se tratase de una aparición mística. Una aparición de otro mundo. Acababa de salir de su clase de literatura, y como pensando en cualquier cosa, no pensó en ella. El momento perfecto para que fuese Alba la que se le acercase.

-Hola, Bastián.

Una mueca como respuesta, ese idiota cargado de sueños idílicos no pensaba aprovechar la clase magistral de emociones que acababa de recibir. Suerte que no era muy dado a sonrojarse, y había cumplido su cupo durante el aula. No cree que sus mejillas hayan cambiado de color.

-Eh...hola, Alba.

-Esa poesía era muy bonita.

El pelo áureo de ella casi le tapaba la cara, y el cuadro que rodeaba con folículos no puede ser más hermoso. Con los ojos de un verde como no vi en mi vida, grandes, expresivos, de esos que se te meten en la sangre y recorren tu cuerpo cargados de electricidad. Los labios, esos labios...

-Gracias- nervioso-, bueno...adiós.

-Adiós.

En su suprema idiotez no es consciente de que aquella mirada de decepción aparece en los ojos de la joven. No le importa su poema, es lo que le ha provocado lo que le importa, esa química que se mete en tu cerebro y parece manipular tus pensamientos, como un virus que dirige tus pensamientos hacia unas palabras, hacia su autor...

Y el idiota de Bastián se da la vuelta, no es un joven especialmente atractivo, no por sus características físicas, agraciadas, sino por su carácter pusilánime, esa actitud apática hacia la vida que le caracteriza. Si pensase en su parte de culpa en la poca atracción que ejerce sobre el sexo opuesto, tal vez se diese cuenta de lo fácil que le resultaría ser atractivo. Si fuese consciente de ello no habría perdido, tal vez, la única oportunidad de conseguir entablar amistad con la chica de sus sueños. Pero no lo era.

No se da la vuelta, camina dando la espalda a Alba y aún no sabría qué decirle. En qué medida le habría interesado cualquier suceso relacionado con la vida de un tío tan aburrido como él. Pensamientos poco halagüeños, seguro que solo había querido mofarse.

-Que le den- exclamó, al llegar a su casa, furioso. çcoge un papel, su pluma y se pone a escribir.

Eso es lo suyo, liberarse, guardarlo todo dentro, guardar dentro de sí toda participación de la vida que sea capaz de reprimir, y en vez de vivir, volcarlo todo sobre un papel gastado. Gira el mundo interno de Bastián alrededor de todo aquello que le da rabia, gira alrededor de si mismo, y todo acaba.

Ha pasado una hora, y dos folios, setenta y dos versos. Es preciosa, desgarrada, se dice. La poesía de su mundo desesperado. Pero ahora, leído en papel, todo es más bello, casi gracioso.

Su romance con la celulosa no ha terminado y vuelve a vlcarse pluma en manos. Su vida en metáfora y elipsis está ya escrita, y continúa, eso es lo importante, se llevará a la tumba sus memorias escritas en coplas, sonetos y verso libre.

Está al alcance de muy pocos, se dice, ya no sabe qué hora es, está aislado en su ático, solitario, y le gusta, pero de repente, lo peor. Suena el teléfono, alguien lo saca de su trance místico, de su obra homérica en rima consonante.

-Hola, Bastián, recuerdas mis palabras de hoy? He conocido a un joven que te vendrá muy bien, ya lo verás.

-Ramiro?- la interrogación que partió del joven al reconocer la voz de su profesor de literatura podría ser doble, o triple.

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